Josh Lawrence - El Oráculo

EL ORCULO

JOSH LAWRENCE

Ttulo original: The oracle

Segunda edicin

2013 Josh Lawrence

Ilustracin de cubierta: Enrique Iborra

Diseo de coleccin: Alonso Esteban y Dinamic Duo

Derechos exclusivos de la edicin en espaol:

2013,

ISBN: 978-84-9018-277-2

Cualquier forma de reproduccin, distribucin, comunicacin pblica o transformacin de esta obra solo puede ser realizada con la autorizacin de sus titulares, salvo excepcin prevista por la ley. Dirjase a CEDRO (Centro Espaol de Derechos Reprogrficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algn fragmento de esta obra. 4

Recuerda siempre todo lo que hiciste por m.

No hice nada por ti.

Me amaste y tu amor me hizo humana.

Hacia la Fundacin , Isaac Asimov

Existe una diferencia entre la osada y la ceguera. La accin decisiva est indicada cuando se conoce al enemigo y se pueden calcular aproximadamente los riesgos; pero moverse contra un potencial desconocido ya supone una osada de por s. Sera lo mismo que preguntar por qu un hombre salta con xito en una carrera de obstculos durante el da y tropieza con los muebles de su habitacin por la noche. Fundacin e Imperio , Isaac Asimov

Muchos de los que viven merecen morir y algunos de los que mueren merecen la vida Puedes darles la vida? Entonces no te apresures a la hora de dispensar muerte o juicio.

J. R. R. Tolkien

Prlogo

Esparta, 26 de esciroforin de 2200

La fiesta se prolong hasta bien entrada la noche y Dicono sali del saln de audiencias algo aturdido. Saba cul era su misin, pero no se haba atrevido a retirarse de la presencia de los ancianos hasta que estos se fueron a descansar. Atenas mandaba siempre su comitiva quince das antes del evento, pero en este caso, la misin de Dicono era mucho ms importante que elegir a los jvenes que se enfrentaran en los prximos juegos: algunos de los hombres de su ciudad deseaban que el ms joven de sus legados descubriera el secreto que haba dado la victoria a los espartanos cada ao desde haca ms de diez.

Dicono se ajust la toga para que no lo entorpeciera al caminar e intent que sus finas sandalias de cuero hicieran el mnimo ruido posible en el empedrado patio que llevaba hasta el gimnasio. Despus baj la lmpara de aceite, para que su fulgor no despertara a los atletas y, abriendo suavemente la puerta, se intern en la gran sala de entrenamiento.

Algunos de los ancianos de su amada Atenas crean que los espartanos hacan algn tipo de trampa; su misin era descubrirlo y llevar las pruebas al otro lado del ro.

Dicono levant la lmpara hasta iluminar una minscula parte de la gran sala y las sombras se alargaron. Despus camin hacia los aposentos destinados al descanso, en los que los atletas reciban los masajes y las curas de las lesiones producidas durante los entrenamientos. Cuando cruz el umbral de la entrada, un espectro pareci reflejarse ante l. Dio un salto hacia atrs y estuvo a punto de perder el equilibrio, lanzar la lmpara al fantasma y escapar corriendo, pero unos segundos ms tarde observ que lo nico que haba ante l era el reflejo de su rostro en un espejo desgastado.

Su aspecto le pareci pattico, l era uno de los ltimos vencedores de los juegos a favor de Atenas, pero en solo dos dcadas su apariencia haba pasado a ser muy distinta a la del joven de diecinueve aos que haba luchado por su ciudad. Haba perdido todo el pelo, una prominente barriga ocupaba el lugar del vientre plano de su juventud y los huesos comenzaban a dolerle. La vida de un ateniense raramente superaba los sesenta aos, pero a partir de los treinta el declive fsico era evidente.

Las viejas leyendas hablaban de una poca mtica en la que los hombres llegaban a vivir hasta cien aos, pero todo aquello era parte del pasado. Los atenienses, al igual que sus mortales enemigos, los espartanos, vivan de la caza de antlopes, la pesca en el ro y la cra de cabras y gallinas. En aquella regin el trigo creca escasamente y las nicas verduras que se daban bien eran las calabazas y las patatas.

Los jvenes solan ser alimentados por debajo de sus necesidades hasta llegar a los veinte aos de edad, pero en cambio eran los encargados de realizar los trabajos ms duros y los mayores sacrificios. Se les separaba de sus madres a los cuatro aos y vivan en comunidad, nios por un lado y nias por otro, hasta los doce, cuando empezaban a prepararse para los juegos en grupos mixtos. Los nicos con derecho a salir de ese sistema de semiesclavitud eran los ganadores de los juegos.

Dicono se acerc a una de las estanteras y observ las pociones con detenimiento. No vio nada anmalo. Algunas cremas para aliviar los dolores musculares o varios aceites curativos y algunos extractos de vino para limpiar las heridas. Estaba a punto de regresar a la fiesta cuando escuch unos pasos a su espalda. Cuando se gir, una figura descomunal se present ante sus ojos.

Espiando a tus hermanos espartanos? pregunt la enorme sombra.

Dicono comenz a temblar y solt la lmpara, aterrorizado. La oscura presencia lo agarr por el cuello y con una sola mano lo levant. El hombre no pudo zafarse de aquella garra mortfera y tras unos segundos perdi el conocimiento.

Primera parte

La frontera

Atenas, 27 de esciroforin de 2200

El agua estaba muy fra, todava no haba llegado el verano y el ro Son bajaba glido. Cuando Pericles se lanz al agua, las gotas que me salpicaron parecan flechas taladrando mi piel blanca y escalofriada. Estbamos lejos de la zona permitida, pero cada ao, desde que cumplimos los doce, nos dirigamos hacia el norte de la isla en la que se encontraba nuestra ciudad, acercndonos cada vez ms peligrosamente a la frontera.

Atenas era grande, ms que Esparta, segn nos haban contado en la escuela de la acrpolis, pero sus habitantes no superaban los veinte mil, aun contando a los esclavos del norte y todos los jvenes menores de veinte aos.

Lenidas sigui a Pericles y Damara y yo nos miramos divertidas. Era mejor lanzarse de una vez y experimentar el fro glido del agua que imaginarse cmo sera sumergirse en las profundidades turbias del ro.

Venga chicas, est estupenda! grit Pericles. Su pelo rubio estaba pegado a sus sienes blancas y sus grandes ojos grises parecan dos inmensas gotas de agua robadas al Son.

Damara se lanz al ro entre risas y yo la segu. Aquellos amigos eran todo lo que tena. Mis padres, a los que apenas vea fugazmente, se haban convertido en dos desconocidos para m, y el nico amor que haba sentido en todos aquellos aos de soledad haba sido el de mis amigos.

Los segundos debajo del agua me parecieron eternos. La piel me quemaba y tuve la tentacin de dirigirme a la orilla y arroparme con un pao de algodn para protegerme del fro, pero al final me decid a nadar ro arriba hasta Leroy, la pequea pennsula cuadrada que quedaba ms al norte.

Llevbamos casi ochocientos metros nadando cuando comenc a sentir que el corazn me lata a mil; el ltimo tramo siempre me costaba un poco ms, pero si el ao anterior, con diecisis aos, lo haba conseguido, ahora con diecisiete lo debera superar sin problemas.

Pericles fue el primero en llegar. Sali del agua y se subi a las rocas desgastadas de lo que pareca un viejo anfiteatro; despus lleg Lenidas, que, a pesar su pequeo tamao y su barriga, nadaba formidablemente. Damara y yo competimos durante las ltimas brazadas, pero al final yo llegu primero.

Bueno, todava no me he presentado, mi nombre es Helena, mi pelo es rojo como el carbn encendido que calienta los hornillos de las casas en los meses blancos y mis ojos son ms azules que el agua del ocano un da de sol brillante. Dicen que me parezco a mi madre, Atenea, una de las nobles de la ciudad, aunque yo creo que me parezco a mi padre, Dicono.

Llevo sin vivir con ellos desde los cuatro aos. Los atenienses, como nuestros hermanos los espartanos, somos criados en comunidad. El fundador de nuestra sociedad, Zeno, as lo orden en el principio, cuando el mundo se levantaba de su ltima guerra con el imperio de Oriente, y de esa forma hemos vivido desde entonces; nos ha hecho fuertes, pero tambin solitarios y tristes.

Next page