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Steer - Cronicas de dragones 01

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Steer Cronicas de dragones 01

Cronicas de dragones 01: summary, description and annotation

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Cronicas de dragones 01 — read online for free the complete book (whole text) full work

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El ojo del dragn Dugald A Steer Para Sarah Ketchersid y todos los - photo 1
El ojo del dragn
Dugald A. Steer
Para Sarah Ketchersid y todos los

integrantes de

Candlewick Press y Templar Publishing

por su entusiasmo

y dedicacin inquebrantables a la hora

de ayudarme a crear

y producir estas crnicas. Y para

Nghiem Ta, alquimista

experto en draconologa.

Dugald A. Steer

Para las mujeres de mi vida mi esposa Pauline mis hijas Lydia y Lauren y - photo 2
Para las mujeres de mi vida: mi

esposa Pauline, mis hijas

Lydia y Lauren, y mi madre Janet, a

las que quiero mucho

ms de lo que jams llegarn a

imaginar.

Douglas Carrel

Prologo El viernes 7 de julio de 1882 a las seis y cuarto de la maana un - photo 3
Prologo El viernes 7 de julio de 1882 a las seis y cuarto de la maana un - photo 4
Prologo El viernes 7 de julio de 1882 a las seis y cuarto de la maana un - photo 5
Prologo
El viernes 7 de julio de 1882, a las seis y cuarto de la maana, un carruaje negro sali de la entrada de Tottenham Court Road de Londres a tal velocidad que tuvo que dar un brusco viraje para esquivar la carreta de un criador de aves que bajaba por Oxford Street. El carruaje, un modelo anticuado que se conoca como cup, volc sobre una de sus ruedas y, por un instante, pareci a punto de caer de lado antes de que el cochero lograra enderezarlo y enfilar a toda prisa hacia St. Giles. Al paso atronador del vehculo, las aves exticas prorrumpieron en cacareos y gritos de terror tan fuertes que el cochero de la carreta se vio obligado a detenerse para tapar las jaulas con una lona.

El carruaje sigui avanzando por St. Andrews Street hasta llegar a Wyvern Way. Al or un sbito golpeteo desde el interior, el cochero detuvo el vehculo y vio aparecer de repente la ornamentada empuadura en forma de cabeza de dragn de un bastn negro que sealaba una tienda diminuta de aspecto curioso, tienda que, a juzgar por los objetos expuestos en sus antiguos escaparates, bien podra haber sido el lugar de donde haba salido aquel bastn.

El cochero y su ayudante bajaron del carruaje para dirigirse a la parte posterior, donde haba amarrada una caja de embalaje enorme que procedieron a desatar. Como an era temprano, no haba nadie que los observara, salvo un perro callejero que estaba husmeando una pila de basura y que en aquel momento se acerc a olisquear las ruedas del carruaje. Sin embargo, en cuanto levant el hocico para olfatear la caja de embalaje, el animal se qued paralizado, con su ralo pelo de punta y las orejas temblando, antes de apartarse de un respingo con un gaido de terror. El cochero lanz un gruido y se dispuso a levantar la caja, pero esta comenz a moverse con tal violencia que a punto estuvo el hombre de perder el equilibrio.

El cochero se qued parado mirando la caja hasta que el bastn con empuadura en forma de cabeza de dragn surgi de nuevo del interior del carruaje y le propin un fuerte golpe.

Por el amor de Dios, acabad de una vez! exclam una voz dbil.

El cochero hizo un gesto a su ayudante con la cabeza y entre los dos levantaron la caja de la parte posterior del carruaje y la llevaron arrastrando hasta la puerta de la tienda. El cochero regres a su asiento y cogi la fusta, mientras que el otro hombre se qued ante la puerta de la tienda e hizo sonar el timbre lo ms alto posible varias veces antes de subir de nuevo al carruaje. Hasta que el cochero tuvo la certeza de haber odo ruidos procedentes de una de las pequeas habitaciones situadas encima de la tienda no hizo chasquear la fusta para que el carruaje enfilara a toda prisa por la estrecha calle hacia St. Martin's Lane. Un hombre de unos sesenta aos con un gran bigote de morsa y un gorro de dormir anticuado abri una de las ventanas y asom la cabeza, alcanzando a ver nicamente la parte posterior del carruaje en el momento en que doblaba la esquina. El hombre se qued mirando un instante el lugar por donde haba desaparecido el vehculo, pero al or ruido de golpes en la calle baj la vista y vio la caja de embalaje que, con tan poco cuidado, haban dejado en su puerta. La caja se mova con violencia y de los orificios que haba en uno de sus lados salan finas columnas de humo.

Mientras tanto, el carruaje negro se dirigi a Whitehall y gir por una calle ocupada por dependencias gubernamentales para detenerse enfrente de una puerta negra. Un hombre alto cuyos rasgos quedaban prcticamente ocultos por un abrigo de cuello alto y un sombrero de copa se ape del carruaje y, tras comprobar que no haba nadie cerca, llam a la puerta con la empuadura del bastn con forma de cabeza de dragn.

Al no obtener respuesta, volvi a llamar, esta vez con ms fuerza. Ante la ausencia de respuesta, insisti una tercera vez, y por fin le abri la puerta un mayordomo, que, arqueando las cejas ante la apariencia del visitante, dijo:

Qu desea?

Vengo de parte de Ebenezer Crook -dijo el hombre entre dientes-. Tengo una misin urgente que cumplir. Debo hablar con su seor de inmediato.

Me temo que el seor ministro est en la cama -respondi el mayordomo.

Se trata de una emergencia -repuso el hombre-. Haga el favor de avisarle ahora mismo.

Avisarle de qu?

Ah! exclam el hombre, haciendo girar el bastn con gesto malhumorado-. Me temo que eso debo comunicrselo personalmente. Mencinele el nombre de Crook en cuanto se despierte; estoy seguro de que acceder a verme de inmediato.

El mayordomo neg con la cabeza antes de desaparecer tras la puerta.

Al cabo de unos instantes volvi a aparecer.

El seor ministro lo atender ahora mismo, seor -dijo.

El mayordomo hizo pasar al hombre al interior del edificio al tiempo que echaba un vistazo al carruaje. En su interior, mirndole con unos ojos de color negro azabache y una tez blanca enmarcada por una melena oscura, se hallaba la mujer ms hermosa que haba visto en su vida.

Wyven Way El estudio cientfico de la draconologa precisa ante todo - photo 6
Wyven Way El estudio cientfico de la draconologa precisa ante todo - photo 7
Wyven Way
El estudio cientfico de la draconologa precisa ante todo inteligencia

y valor, como los jvenes draconlogos no tardan en averiguar.

Diario de dragones del doctor Drake, enero de 1842

En julio de 1882, yo tena doce aos y no haba odo hablar nunca del doctor Ernest Drake, y desde luego nunca me haba encontrado con un dragn. De hecho, la imagen de unos monstruos cubiertos de escamas capaces de escupir fuego y de atacarme con llamaradas o de descuartizarme con sus garras no poda estar ms lejos de mi pensamiento en aquel trayecto en tren por Londres. Me diriga a la estacin de Waterloo para reunirme con mis padres, que regresaban de la India para pasar las vacaciones de verano con mi hermana, Beatrice, y conmigo. Haca cuatro aos que no los vea, y durante el trayecto en tren me dediqu a evocar su ltima visita. Rememor la emocin que haba sentido al verlos descender por la pasarela del barco con una amplia sonrisa en sus rostros, cargados de regalos para nosotros y de relatos sobre montaas, marajs y paseos a lomos de elefante por la selva. Estaba convencido de que aquel verano sera incluso mucho mejor. Cuatro aos es un largo tiempo de espera para ver a tus padres, pero la espera haba llegado a su fin.

El tren lleg a Waterloo. Beatrice ya se encontraba en la estacin, de pie junto a su maleta, con su larga melena castaa atada con una cinta bajo un sombrero de paja. Pero al verla me fij en que sostena una carta en la mano y se morda el labio.

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