Alejandro Castroguer - El manantial (Línea Z)
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- Book:El manantial (Línea Z)
- Author:
- Genre:
- Year:2014
- Rating:3 / 5
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El manantial (Línea Z): summary, description and annotation
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El manantial (Línea Z) — read online for free the complete book (whole text) full work
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Parece innecesario decir que la violencia extrema practicada por los personajes de mi nueva novela es exclusiva de ellos. Sin embargo, como siempre habr quien confunda el mensaje, insisto: son ellos los responsables de las torturas y salvajadas que practican, y no yo. Si se me ha de acusar de algn disparate... que sea el de prestarles voz. Personalmente, abomino de semejante grado de violencia.
De paso, aprovecho para alabar la valenta de la editorial Dolmen, que publicar en breve El Manantial sin ningn tipo de censura.
Respecto de la segunda cuestin, la de las referencias malsanas, cuando no abiertamente blasfemas, a la religin catlica, decir en mi descargo que forma parte del juego metafrico con que perfil a la pareja protagonista. Solo eso. Que nadie extraiga deducciones errneas.
Vacas, de Matthew Stokoe
Si el que sobrevive es el ms cabrn, entonces estamos bien jodidos.
La fbrica de las avispas, de Iain Banks
Todo se paralizaba, salvo las moscas, que poco a poco ennegrecan a su Seor y daban a la masa de intestinos el aspecto de un montn de brillantes carbones.
El seor de las moscas de William Golding
A veces nos despiertan los gritos que se escuchan de noche tras las ventanas con rejas. Anoche sonaban como si estuvieran degollando a un cerdo.
El lagarto en la Roca de Antonio Calzado
Cara o cruz? La muerte solo es una apuesta.
La Guerra de la Doble Muerte II de Alejandro Castroguer
A El lagarto en la Roca, para que algn da vea la luz editorial. Sin duda, su mala baba se lo merece.
Y a su autor, Antonio Calzado, por escribir, por escuchar, por ser. Por ser lo mejor que me ha pasado en la literatura. Por sus novelas y por esas charlas que compartiremos en el futuro. Gracias por tu amistad, hermano cordobs.
POR FIN HA llegado la hora del cuento. Son las diez de la noche. La nia ha de hacer un sobreesfuerzo para ganar unos minutos a las primeras hebras de sueo y no dejarse vencer por el cansancio acumulado durante el da.
El primer requisito para que d comienzo la lectura ya se cumple, que el vaso permanezca, vaco, sobre la mesita de noche, y que su contenido, veinte centilitros de leche bien caliente, haga ronronear de placer su estmago. Por aadidura, el segundo requisito tambin se da, que ella se arrebuje bajo las mantas y la sbana de franela, en busca de la posicin ideal: las piernas estiradas, el pie derecho sobre el izquierdo, una mano aferrada al embozo y la otra abrazando a Ligorita, su mueca de trapo y pelo color mandarina.
As aguarda el instante mgico en que su padre abra el libro y perpete el ritual. Y es que, todas las noches, l lo demora como quien desentierra un tesoro, con un celo fuera de lo comn. En realidad es una declaracin de principios: el verdadero tesoro no es una coleccin de monedas o de joyas, sino ese puado de cuentos. Y hoy no va a ser menos.
A diferencia de ella, Padre se acomoda sobre las mantas, nunca debajo de ellas; esta es una prerrogativa prohibida para un mero invitado al dormitorio como l, y reservada para la anfitriona del mismo. Es ms, Padre ha atravesado el umbral porque ella le ha concedido el permiso necesario. Es lo que tiene ser la favorita de su progenitor, que se te consienten todos los caprichos; y desde luego Verona, a sus cinco aos de edad, es consciente de esa posicin de privilegio.
-Venga, pap, empieza.
El cuento elegido para esta noche es El bosque de la autopista. Narra las necesidades que padecen Marcovaldo y su familia cuando sobre la ciudad se abate el fro del invierno. Por lo visto se han quedado sin lea, o la han gastado toda demasiado deprisa, as que a Marcovaldo no le quedar ms remedio que salir de casa para subsanar tal carencia.
Como de costumbre la voz de Padre se recrea en la sonoridad de las palabras, en la belleza de un adjetivo o un verbo bien elegido y mejor colocado. De fondo a sus palabras, y a las continuas preguntas de la oyente, suena en la radio que reposa sobre el escritorio un vals viens, puesto de moda por el cine.
Al cabo de unos minutos la msica se interrumpe, como si de pronto se hubiese cado dentro de un hoyo y solo quedara de ella el hueco de su ausencia.
-Sigue, pap. Est mejor as, sin msica.
-Un momento, pequea.
El hombre se levanta y mueve arriba y abajo el dial de la radio. Qu demonios ocurre? Apenas un chasquido seala el cambio de una emisora a otra, pero en todas ellas encuentra lo mismo: un silencio ms que sospechoso. Prueba a apagar la radio y a encenderla; funciona correctamente y sin embargo permanece callada.
Antes de que se disponga a regresar a la cama, desde el saln emerge una voz femenina. Pertenece a la mujer de Padre.
-La seal de televisin se ha ido. Vaya por Dios - se lamenta-. Como no vuelva pronto me perder al Superagente 86. Dicen que hoy aparece Carol Burnett.
-Voy a ver - masculla el cabeza de familia. Le lanza un beso a la hija y abandona el dormitorio.
Antes de que se enfade, Padre est de vuelta; se tumba al lado de la princesa, abre el libro de cuentos y dice en voz baja:
-Qu cosa ms rara. Ni la televisin ni la radio.
-Sigue, por fa - protesta ella-. La familia de Marcovaldo se va a morir de fro si no continas pronto. Adems, Ligorita se aburre y...
An no ha acabado la nia de poner voz a su hasto cuando se va la luz y el dormitorio queda a oscuras, los ojos brillando en la penumbra. Padre la tranquiliza: venga, no pasa nada. Basta con que coja sus manos entre las suyas.
-Pap, a dnde vas otra vez? - protesta en cuanto siente que se incorpora de nuevo.
-Cario, ve a ver si es cosa del bloque - es la esposa de Padre. De repente su sombra llena ahora el vano de la puerta. Por la cuenta que le trae se ha detenido en el umbral, deseosa de evitar la protesta airada de la anfitriona del dormitorio.
-Un momento, mujer, que miro por la ventana.
All permanece un par de minutos, oculto tras las cortinas, con medio cuerpo asomado al fro de octubre. Por fortuna para ellas el suministro elctrico no se ha reestablecido cuando Padre se decide a cerrar la ventana, ya que de esta manera son incapaces de descubrir la mueca que le desbarata el rostro.
-Mejor as, pequea, no crees? - dice con impostura mientras se tumba a su lado -, terminaremos el cuento a la luz de las velas.
Desmintiendo sus palabras, se escucha al otro lado del cristal una locura de sirenas de servicios de emergencia que van de un lado a otro de la ciudad, voces de gente que discute o pelea y chillidos de vecinos asustados. La noche suele ser peligrosa, pero no hasta ese extremo.
-Pap, qu ocurre ah afuera?
-Ser mejor que la nia se duerma ya - interviene la esposa de Padre.
-Pap?
-No s qu ocurre, princesa, ahora bajar a ver - musita con preocupacin apenas disimulable-. Parece que algunos han adelantado la noche de Halloween.
-Halloween? - La voz de la pequea se ilumina de pura ilusin-. Este ao me gustara disfrazarme de Mircoles Adams.
-Ser mejor que se duerma ya - insiste la sombra que se apoya sobre la jamba de la puerta.
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