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Leblanc - Arsenio Lupin - El Hombre de la Piel de Cabra

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Arsenio Lupin - El Hombre de la Piel de Cabra: summary, description and annotation

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Arsenio Lupin - El Hombre de la Piel de Cabra — read online for free the complete book (whole text) full work

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La aldea qued aterrorizada.


Era domingo. Los campesinos de Saint-Nicolas y alrededores salan de la iglesia y se dispersaban a travs de la plaza cuando, de pronto, unas mujeres que se haban adelantado y ya doblaban sobre la ruta principal retrocedieron dando gritos de espanto.
Y enseguida pudo verse, enorme, horrendo, como un monstruo, un automvil que llegaba a velocidad vertiginosa. Entre los gritos y la huida demencial de la gente, se abalanz en lnea recta hacia la iglesia, gir en el momento mismo en que iba a despedazarse contra los escalones, roz el muro de la sacrista, volvi a tomar la prolongacin de la ruta nacional, se alej, sin siquiera -milagro incomprensible! haber tocado, en aquellos diablicos cambios de direccin, una sola de las personas que atestaban la plaza y desapareci.
Pero se haba visto! Se haba visto, en el asiento, cubierto con una piel de cabra, tocado con un sombrero de piel, el rostro oculto por gruesas gafas, un hombre que conduca; y cerca de l, sobre la parte frontal del asiento, derribada, doblada en dos, una mujer cuya cabeza ensangrentada colgaba encima del capot.
Y se haban odo! Se haban odo los gritos de la mujer, gritos de horror, de agona
Y fue una visin tan sanguinaria e infernal que todos se quedaron inmviles por unos segundos, estupidizados.
Sangre! grit alguien.
Haba sangre por todas partes, sobre las piedras de la plaza, sobre la tierra endurecida por las primeras heladas de otoo y, cuando los muchachos y los hombres se lanzaron a perseguir el auto, no tuvieron ms que ir detrs de las huellas siniestras.
Ms all stas seguan la ruta principal, pero de un modo tan extrao! Iban de un costado a otro, y trazaban cerca de las huellas de los neumticos una pista en zigzag que daba escalofros. Cmo haba hecho el automvil para no chocar con aquel rbol? Cmo haban podido enderezarlo antes de que se diera vuelta a lo largo de aquel talud? Qu principiante, qu loco, qu ebrio, o ms bien qu criminal estupefacto, conduca el automvil con tales sobresaltos?
Uno de los campesinos exclam:
No podr tomar la curva del bosque.
Ya lo creo! Va a volcar.
A 500 metros de Saint-Nicolas comenzaba el bosque de Morgues, y la ruta, recta hasta all salvo un ligero codo al salir de la aldea, suba desde la entrada del bosque y doblaba en una curva brusca, entre las rocas y los rboles. Ningn automvil poda tomar aquella curva sin aminorar la marcha un poco antes. Postes indicadores sealaban el peligro.
Sin aliento, los campesinos llegaron al grupo de hayas que formaban el borde. Y, de repente, uno de ellos grit: -All est!
Qu?
El coche volcado.
En efecto, el automvil -una limousine- yaca dado vuelta, destruido, retorcido, informe. Cerca de l, el cadver de la mujer. Pero lo ms terrible, espectculo innoble y asombroso, era que la cabeza de la mujer estaba aplastada, machacada, invisible bajo un bloque de piedra enorme, colocado all no se saba por qu fuerza prodigiosa.
En cuanto al hombre de la piel de cabra, no lo encontraron. No lo encontraron en el lugar del accidente. No lo encontraron en los alrededores. Por aadidura, unos obreros que bajaban la pendiente de Morgues declararon que no se haban cruzado con nadie.
O sea que el hombre se haba fugado por los montes. Estos montes, a los que llaman bosque por su belleza y la vejez de los rboles, tienen dimensiones restringidas. La gendarmera, prevenida de inmediato, realiz una batida minuciosa con ayuda de los campesinos. No descubrieron nada. Tampoco los magistrados de instruccin extrajeron, de la detallada pesquisa que desarrollaron durante varios das, ningn indicio capaz de aclarar en algn sentido aquel drama inexplicable. Por el contrario, las investigaciones desembocaron en otros enigmas y otras inverosimilitudes.
As, se comprob que el bloque de piedra provena de un derrumbe que distaba al menos 40 metros. Sin embargo, el asesino lo haba transportado y lanzado sobre la cabeza de la vctima en pocos minutos.
Por otra parte, el asesino, que con toda certeza no estaba oculto en el bosque -de lo contrario lo habran descubierto inevitablemente-, el asesino tuvo la audacia, ocho das despus del crimen, de regresar a la curva de la pendiente y de dejar all su piel de cabra. Por qu? Con qu fin? Excepto un sacacorchos y una servilleta, el abrigo de piel no contena ningn objeto. Y entonces? Se recurri al fabricante del automvil, que reconoci la limousine por habrsela vendido tres aos antes a un ruso, ruso que a su vez, segn afirmaba el fabricante, la haba vendido enseguida. A quin? La limousine no tena patente.
Del mismo modo, fue imposible identificar el cadver de la muerta. Las prendas, la ropa interior, no brindaron ningn indicio. Nadie la conoca.
Sin embargo, los enviados de la Sret recorrieron en sentido inverso la ruta nacional seguida por los actores del drama misterioso. Pero qu prueba haba de que, durante la noche anterior, el automvil hubiese seguido justamente esa ruta?
Averiguaron, interrogaron. Por fin lograron establecer que, en la tarde de la vspera, a 300 kilmetros de all, en una pequea aldea situada junto a un camino de mucho trnsito que empalmaba con la ruta nacional, una limousine se haba detenido ante un almacn.
En primer trmino, el conductor haba llenado el tanque con combustible, comprado aceite y bidones de repuesto; despus haba llevado algunas provisiones: jamn, frutas, masas secas, vino y una botella de medio litro de coac Tres Estrellas. En el asiento delantero haba una dama. No baj. Las cortinillas de la limousine estaban bajas. Una de las cortinillas se movi varias veces. El muchacho que atenda el almacn no dudaba de que haba alguien en el interior.
Si la declaracin del muchacho era exacta, el problema se complicaba, porque ningn indicio haba revelado la presencia de una tercera persona.
Entretanto, ya que los viajeros se haban abastecido de provisiones, quedaba por determinar lo que haban hecho con ellas, y qu haba pasado con los restos de las mismas. Los agentes volvieron sobre sus pasos. Slo cuando llegaron a la bifurcacin de las dos rutas, es decir, a 18 kilmetros de Saint-Nicolas, un pastor, al ser interrogado, les seal una pradera cercana, oculta por una cortina de arbustos y donde haba visto una botella vaca y distintas cosas. Los agentes se convencieron de inmediato. El automvil se haba detenido all y los desconocidos probablemente despus de una noche de descanso en el automvil haban comido y reanudado el viaje durante la maana. Como prueba innegable, encontraron la botella de medio litro de coac Tres Estrellas vendida por el almacenero.
La botella haba sido rota de un golpe, a ras del gollete.
Recogieron la piedra que haban utilizado, as como tambin el gollete provisto de su tapn precintado. Sobre el precinto metlico se vean las huellas de los intentos hechos para destapar la botella normalmente. Los agentes siguieron con la investigacin y recorrieron una zanja que bordeaba la pradera, perpendicularmente a la ruta. Desembocaba en un pequeo manantial oculto bajo espinos, de donde pareca desprenderse un olor ptrido.
Una vez apartados los espinos, vieron un cadver, el cadver de un hombre, cuya cabeza destrozada no formaba ms que una especie de papilla sobre la que pululaban los insectos. Vesta pantaln y chaqueta de cuero. Los bolsillos estaban vacos. Ni papeles, ni billetera, ni roloj.
Dos das ms tarde, el almacenero y su empleado, convocados con urgencia, reconocieron formalmente, por el traje y la estatura, al viajero que en la vspera del crimen haba comprado provisiones y combustible.
As que el caso recomenz sobre nuevas bases. Ya no se trataba de un drama con dos personajes -un hombre y una mujer-, uno de los cuales haba matado al otro, sino de un drama con tres personajes, con dos vctimas, una de las cuales era precisamente el hombre a quien se acusaba de haber matado a su compaera! En cuanto al asesino, no haba duda. Se trataba del tercer personaje que viajaba en el interior del automvil, y que haba tomado la precaucin de ocultarse tras las cortinillas. Primero se haba librado del conductor, lo haba desvalijado; despus, hiri a la mujer, a la que llev en una verdadera carrera hacia la muerte.

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