Alberto Faccinni - El perfume de la adolescencia (Educom) (Spanish Edition)

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A l comienzo de este trabajo sobre la adolescencia, mejor dicho, sobre la particular relacin que se exige a los padres y profesores, con respecto a los adolescentes, quiero recoger por entero este bellsimo relato de Giulio Bedeschi, que pertenece a su obra Il Natale degli Alpin i . El asunto es un animado y doloroso enfrentamiento entre dos chicos de dieciocho aos y sus padres; merecera por s solo un largo comentario que no sera sino una explicacin de qu es, para los adolescentes, su adolescencia, cmo la entienden y, sobre todo, cmo la viven: ellos solos, entre sus coetneos y en relacin con los padres y los adultos. El relato fue escrito en el ao 1966 y sorprende todava, adems de por su belleza e intensidad, por su gran actualidad. Nos serviremos de l, como teln de fondo, para desarrollar el tema del presente captulo y del entero trabajo.

Cundo sales?, pregunt la hermana.

Maana por la maana.

Tambin yo. Te advierto que el Milseiscientos lo cojo yo: viajamos cuatro.

Pero chicos, intervino la madre.

Los dos hijos volvieron el rostro hacia ella: Qu pasa?.

Qu nuevas son estas? Hablis de querer iros as, sin decir nada? Sin preguntar? Y, adems, maana, el da de Navidad? Estaris de broma, espero!.

Hermano y hermana se intercambiaron una mirada de acuerdo, como si quisieran compadecerse recprocamente por verse obligados a afrontar un tema fastidioso, trillado y resuelto de antemano.

Mam dijo Carla, no dirs que no lo sabas! Hace una semana que hablamos de ello.

Entre vosotros, quiz. No conmigo.

No finjas caer de las nubes, mam sigui Marcos; recuerdo muy bien que el domingo pasado habl por telfono precisamente de este viaje, y t estabas all y movas la cabeza; luego estabas escuchando, no puedes decir que no lo sabas. Desde hace una semana por lo menos.

No intentes convertir una llamada telefnica tuya en una autorizacin nuestra para que os vayis de casa en la vspera de Navidad. Y me lo ponis mejor! Uno por un lado y la otra por otro, segn lo he entendido! No os parece un asunto bastante importante como para tener que discutirlo antes con nosotros? Queris acabar con estas continuas pretensiones de independencia? O habis decidido que, para vosotros, no existen ya ms un padre y una madre?. La seora mir hacia el marido, como para pedir asentimiento y apoyo.

El ingeniero se ha dormido, mam, durante una hora estar fuera de combate, conocemos bien esta especialidad suya. Hablemos en voz baja propuso Carla, no le arruinemos la digestin, no compliquemos las cosas, arreglmoslo entre nosotros. Total, el resultado ser siempre el mismo: maana por la maana me voy. He cumplido los dieciocho aos, tambin el ingeniero lo sabe muy bien.

Y yo dentro de dos meses tendr veinte, creo tener uso de razn y poder hacer ya lo que me parezca. Qu pensis t y l? Que somos siempre vuestros chiquitines para vestir de blanco el da de la Primera Comunin? Ya es hora de hablarnos claro, de una vez para siempre.

El ingeniero no dorma. Desde las primeras palabras que mediaron entre los hijos, y ms todava luego entre estos y la madre, haba sufrido una incomodidad y un dolor repentinos y, a la vez, una especie de deseo de no escuchar, de estar lejos, quiz de no haber vivido jams o estar sepultado, no ligado de ninguna manera a las palabras que salan de la boca de los hijos. Y se haba encontrado intentando alejarse; tendido como estaba en la butaca, le haba bastado con bajar un poco las manos y el diario le haba cado sobre el rostro, como si lo hubiese utilizado de pantalla contra la luz para conciliar el sueo. Por el contrario significaba una protesta de duelo, un rechazo a aceptar lo que
estaba sucediendo. Desde haca tiempo, el ingeniero haba sentido acercarse aquellas palabras u otras semejantes que, un mal da, seran pronunciadas con prepotencia por sus hijos para sancionar una separacin sustancial, para imponer definitivamente aquella famosa libertad que ellos hacan ondear a cada paso. Haba sido una controversia casi diaria, sostenida por l y por la madre, que paso a paso se oponan a los pequeos o ms fuertes empujones que los hijos daban a las costumbres familiares, a la lgica acostumbrada, a las reglas del antiguo sentido comn. l haba comprendido, desde haca ms de un ao, que los empujones de los hijos haban sido hasta entonces solo discusiones; ellos ahora se disponan a atacar con la arrogancia de la juventud algo ms profundo, mayormente custodiado: la ltima reserva, el sentido moral con el que los ancianos hasta entonces haban dado sentido a los pensamientos, a las acciones de la vida.

Mucho haban ya concedido a los muchachos en independencia, en dinero, en distracciones, y eso haba sido motivo de argumentaciones y perplejidades sin fin, entre marido y mujer, en busca del mejor modo de comportarse, de conceder y de negar, de enderezar y de educar; pero ahora aquellos, por lo que pareca, intentaban el gran golpe, apuntaban sobre la Navidad para barrer la casa de la ltima tradicin de familia y, adems, para lanzarse solos por quin sabe qu caminos. Aquella conversacin era peligrosa por el modo en que podra acabar; el hombre senta ya un gran deseo de saltar de la butaca y concluir con cuatro gritos bien dados, sancionar la patria potestad quiz a bofetadas, si fuese necesario; pero se impuso prudencia, tal vez era mejor dejar a la madre la tarea de desenredar el ovillo sin el riesgo de romper el hilo de modo irreparable. Mientras tanto, era ms sabio permanecer con los ojos cerrados bajo el diario para controlar hasta qu punto los hijos habran realmente llevado las intenciones; mejor no dejarse coger en el lazo de la discusin, sino reservarse para intervenir al final, tener la ltima palabra.

Ya es hora de hablarnos claro? Qu quieres decir?, pregunt la madre frunciendo el ceo y mirando al hijo con una nueva y ms intensa aprensin.

Que estoy harto de ser tratado como un deficiente: Esto puedes hacerlo porque te hace bien, esto otro, por el contrario, no porque puede hacerte mal, haz aquello que te dicen pap y mam que te quieren mucho. Harto, harto perdido. Es hora de que me dejis en paz, s muy bien qu es el bien y qu es el mal, de ahora en adelante quiero tener el derecho de escoger y de actuar por mi cuenta, sin intromisiones de nadie, aun a costa de equivocarme. Equivocndose se aprende, no es verdad? Bien, no me encantis ms con vuestras charlas, t y aquel de all que est durmiendo. Se ha acabado. Borrn y cuenta nueva.

Marcos! No te lo consiento! exclam la madre reteniendo la voz y la indignacin. Ay si te oyese tu padre! No puedes hablar as, adems, delante de tu hermana. Buen ejemplo le das!.

Si es por eso, mam, puedes estar tranquila: en la cuestin, la segundognita es ms avanzada y moderna que yo, no lo dudes.