SIMONE DE BEAVOIR - EL SEGUNDO SEXO
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EL SEGUNDO SEXO — read online for free the complete book (whole text) full work
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EL SEGUNDO SEXO
SIMONE DE BEAUVOIR
EL SEGUNDO SEXO I.
(LE DEUXIME SEXE I)
A JACQUES BOST.
Existe un principio bueno que ha creado el orden, la luz y el hombre, y un principio malo que ha creado el caos, las tinieblas y la mujer.
PITGORAS.
Todo cuanto sobre las mujeres han escrito los hombres debe tenerse por sospechoso, puesto que son juez y parte a la vez.
POULAN DE LA BARRE.
NOTA: Este libro ha sido escrito durante los aos 1948-1949. Cuando empleo las palabras ahora, recientemente, etc., me refiero a ese perodo. Ello explica tambin que no cite ninguna obra publicada despus de 1949.
INTRODUCCIN.
DURANTE mucho tiempo dud en escribir un libro sobre la mujer. El tema es irritante, sobre todo para las mujeres; pero no es nuevo. La discusin sobre el feminismo ha hecho correr bastante tinta; actualmente est punto menos que cerrada: no hablemos ms de ello. Sin embargo, todava se habla. Y no parece que las voluminosas estupideces vertidas en el curso de este ltimo siglo hayan aclarado mucho el problema. Por otra parte, es que existe un problema? En qu consiste? Hay siquiera mujeres? Cierto que la teora del eterno femenino cuenta todava con adeptos; estos adeptos cuchichean: Incluso en Rusia, ellas siguen siendo mujeres. Pero otras gentes bien informadas -incluso las mismas algunas veces- suspiran: La mujer se pierde, la mujer est perdida. Ya no se sabe a ciencia cierta si an existen mujeres, si existirn siempre, si hay que desearlo o no, qu lugar ocupan en el mundo, qu lugar deberan ocupar. Dnde estn las mujeres?, preguntaba recientemente una revista no peridica (1). Pero, en primer lugar, qu es una mujer? Tota mulier in utero: es una matriz, dice uno [TOTA MULIER EST IN UTERO: Toda la mujer consiste en el tero. Para indicar que la mujer est condicionada por su constitucin biolgica. ] Sin embargo, hablando de ciertas mujeres, los conocedores decretan: No son mujeres, pese a que tengan tero como las otras.
Todo el mundo est de acuerdo en reconocer que en la especie humana hay hembras; constituyen hoy, como antao, la mitad, aproximadamente, de la Humanidad; y {15}, sin embargo, se nos dice que la feminidad est en peligro; se nos exhorta: Sed mujeres, seguid siendo mujeres, convertos en mujeres. As, pues, todo ser humano hembra no es necesariamente una mujer; tiene que participar de esa realidad misteriosa y amenazada que es la feminidad. Esta feminidad la secretan los ovarios? O est fijada en el fondo de un cielo platnico? Basta el frou-frou de una falda para hacer que descienda a la Tierra? Aunque ciertas mujeres se esfuerzan celosamente por encarnarla, jams se ha encontrado el modelo.
Se la describe de buen grado en trminos vagos y espejeantes que parecen tomados del vocabulario de los videntes. En tiempos de Santo Toms, apareca como una esencia tan firmemente definida como la virtud adormecedora de la adormidera. Pero el conceptualismo ha perdido terreno: las ciencias biolgicas y sociales ya no creen en la existencia de entidades inmutablemente fijas que definiran caracteres determinados, tales como los de la mujer, el judo o el negro; consideran el carcter como una reaccin secundaria ante una situacin. Si ya no hay hoy feminidad, es que no la ha habido nunca. Significa esto que la palabra
mujer carece de todo contenido? Es lo que afirman enrgicamente los partidarios de la 2
filosofa de las luces, del racionalismo, del nominalismo: las mujeres seran solamente entre los seres humanos aquellos a los que arbitrariamente se designa con la palabra mujer; las americanas en particular piensan que la mujer, como tal, ya no tiene lugar; si alguna, con ideas anticuadas, se tiene todava por mujer, sus amigas le aconsejan que consulte con un psicoanalista, para que se libre de semejante obsesin. A propsito de una obra, por lo dems irritante, titulada Modern Woman: a lost sex, Dorothy Parker ha escrito: No puedo ser justa con los libros que tratan de la mujer en tanto que tal... Pienso que todos nosotros, tanto hombres como mujeres, quienes quiera que seamos, debemos ser considerados como seres humanos.
(1) Desaparecida hoy; se llamaba Franchise.
Pero el nominalismo es una doctrina un poco corta; y a los antifeministas les es muy fcil demostrar que las mujeres no son hombres. Desde luego, la mujer es, como el hombre {16}, un ser humano; pero tal afirmacin es abstracta; el hecho es que todo ser humano concreto est siempre singularmente situado. Rechazar las nociones de eterno femenino, de alma negra, de carcter judo, no es negar que haya hoy judos, negros, mujeres; esa negacin no representa para los interesados una liberacin, sino una huida inautntica. Est claro que ninguna mujer puede pretender sin mala fe situarse por encima de su sexo. Una conocida escritora rehus hace unos aos permitir que su retrato apareciese en una serie de fotografas consagradas precisamente a las mujeres escritoras: quera que se la situase entre los hombres; mas, para obtener ese privilegio, tuvo que recurrir a la influencia de su marido. Las mujeres que afirman que son hombres, no reclaman por ello menos miramientos y homenajes masculinos. Me acuerdo tambin de aquella joven trotskista de pie en una tribuna, en medio de un mitin borrascoso, que se aprestaba a dar un puetazo sobre el tablero, a pesar de su evidente fragilidad; ella negaba su debilidad femenina, pero lo haca por amor a un militante del cual se quera igual. La actitud de desafo en que se crispan las americanas demuestra que estn obsesionadas por el sentimiento de su feminidad.
Y en verdad basta pasearse con los ojos abiertos para comprobar que la Humanidad se divide en dos categoras de individuos cuyos vestidos, rostro, cuerpo, sonrisa, porte, intereses, ocupaciones son manifiestamente diferentes. Acaso tales diferencias sean superficiales; tal vez estn destinadas a desaparecer. Lo que s es seguro es que, por el momento, existen con deslumbrante evidencia.
Si su funcin de hembra no basta para definir a la mujer, si rehusamos tambin explicarla por
el eterno femenino y si, no obstante, admitimos que, aunque sea a ttulo provisional, hay mujeres en la Tierra, tendremos que plantearnos la pregunta: qu es una mujer?
El mismo enunciado del problema me sugiere inmediatamente una primera respuesta. Es significativo que yo lo plantee. A un hombre no se le ocurrira la idea de escribir un libro sobre la singular situacin que ocupan los varones en {17} la Humanidad (1). Si quiero definirme, estoy obligada antes de nada a declarar: Soy una mujer; esta verdad constituye el fondo del cual se extraern todas las dems afirmaciones. Un hombre no comienza jams por presentarse como individuo de un determinado sexo: que l sea hombre es algo que se da por supuesto. Es solo de una manera formal, en los registros de las alcaldas y en las declaraciones de identidad, donde las rbricas de masculino y femenino aparecen como simtricas. La relacin de los dos sexos no es la de dos electricidades, la de dos polos: el hombre representa a la vez el positivo y el neutro, hasta el punto de que en francs se dice los hombres para designar a los seres humanos, habindose asimilado la acepcin singular de la palabra vir a la acepcin general de la palabra homo. La mujer aparece como el negativo, ya que toda determinacin le es imputada como limitacin, sin reciprocidad. A veces, en el curso de discusiones abstractas, me ha irritado or que los hombres me decan: Usted piensa tal cosa porque es mujer. Pero yo saba que mi nica defensa consista en replicar: Lo pienso as 3
porque es verdad, eliminando de ese modo mi subjetividad. No era cosa de contestar: Y
usted piensa lo contrario porque es hombre, ya que se entiende que el hecho de ser hombre no es una singularidad; un hombre est en su derecho de serlo; es la mujer la que est en la sinrazn. Prcticamente, lo mismo que para los antiguos haba una vertical absoluta con relacin a la cual se defina la oblicua, as tambin hay un tipo humano absoluto que es el tipo masculino. La mujer tiene ovarios, un tero; he ah condiciones singulares que la encierran en su subjetividad; se dice tranquilamente que piensa con sus glndulas. El hombre se olvida olmpicamente de que su anatoma comporta tambin hormonas, testculos. Considera su cuerpo como una relacin directa y normal con el mundo que l cree aprehender en su objetividad, mientras considera el cuerpo de la mujer como apesadumbrado por todo cuanto
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