Juan Mª Laboa Gallego - Historia de los papas

Juan Mara Laboa Gallego

1 apstol san Pedro estaba casado, viva en Cafarnan y era pescador en el lago Tiberades de Galilea. En un momento de su vida se encontr con Cristo, qued subyugado por su persona y su doctrina, y su vida posterior qued marcada por este suceso. Los obispos de Roma hasta el actual, Juan Pablo II, han defendido siempre que son sus sucesores, que han heredado todas las atribuciones que le concedi Cristo y que mantienen su especial autoridad sobre la Iglesia. Se trata de la dinasta poltico-religiosa ms prolongada y fascinante de la historia occidental; una dinasta que no se transmite por sangre, sino que es electiva en el mbito de la comunidad cristiana de Roma; una dinasta que ha ido cambiando a medida que evolucionaba el mundo, asimilando no pocas de sus formas y costumbres pero, al mismo tiempo, manteniendo sus aspiraciones y exigencias iniciales.

En toda esta historia sobresale Roma, la ciudad imperial, la Ciudad Eterna, la urbe medieval ocupada y dominada por brbaros y bizantinos, renacentista y gozosa, barroca y contrarreformista, la ciudad que durante dos mil aos ha estado estrechamente relacionada con la historia y los avatares de los pases europeos y, ms en general, de Occidente. La capital en la que el poder y la gloria, la crueldad y la caridad, las pasiones y la generosidad, el pecado y la virtud, el arte y la miseria han encontrado sus expresiones ms sublimes.

Pontificado y Roma se encuentran indeleblemente imbricados, entretejidos, solapados para lo bueno y para lo malo. Las aspiraciones y los logros de los papas presentan indudablemente fundamentos teolgicos, pero tal como se han traducido y ejercido en la historia tienen sin duda mucho que ver con la pasin por el poder y las proyecciones mticas de los emperadores romanos, as como con la creacin, el lento y peculiar desarrollo y la permanente colaboracin de la llamada Curia Romana, rgano de gobierno, mitad aspiracin religiosa y mitad segregacin mixtificada del ansia de dominio.

Zeffirelli, en su esplndida pelcula Hermano sol, hermana luna, nos ofrece una escena gloriosa tanto por su escenificacin esttica como por su agudo significado: Inocencio III, en la cumbre de su poder, recibe a Francisco de Ass, a quien nunca ha visto, y a sus primeros compaeros en una majestuosa sala de audiencias. El papa se encuentra sentado en su rico trono, en lo alto de innumerables escalones, rodeado por su brillante corte de cardenales y curiales. Todos van ataviados con lujosas vestiduras, cubiertos de joyas. All arriba, desde el pinculo de su gloria, Inocencio ve muy borrosamente el grupo apiado de los frailes: no los distingue, no capta su sentido. Se alza del trono y decide bajar y, a medida que se acerca se le va deslizando la capa magna y van cayendo las vestimentas superpuestas, la mitra, las joyas, los anillos y cruces. Al mismo tiempo va descubriendo cada vez ms ntidamente los rostros del andrajoso grupo formado por Francisco y sus hermanos. Cuando llega al nivel de san Francisco, Inocencio slo viste el alba blanca, pero ve, oye e interpreta, es capaz de comprender el significado profundo del santo y se produce una sintona real entre ambos. Poco despus, en una lenta marcha atrs, va subiendo de espaldas los escalones, caen sobre l las gemas y los lujos hasta cubrirlo, y va perdiendo en igual medida visibilidad, hasta que de nuevo slo intuye muy borrosamente a Francisco.

En una escena asistimos al significado profundo de una historia. Una Iglesia rica y poderosa puede moverse poco, adaptarse menos, evangelizar apenas. Francisco, como Cristo, el maestro, no tuvo dnde reclinar la cabeza. Es verdad que este mundo no da mucha capacidad a la utopa, y que las bienaventuranzas, con excesiva frecuencia, slo han quedado en pos deseos, de forma que en un anlisis de la historia hemos de tener en cuen ta esta realidad para no caer en la pura demagogia o en la marginalidad. Sin embargo, en ningn caso podremos olvidar a tantas personas mgicas que han intervenido e influido en la historia del cristianismo con entrega y generosidad, con su vida. En realidad se trata de seguir la recomendacin de jess a sus discpulos: No as vosotros, es decir, no utilicis el poder y la gloria como la utiliza el mundo, permanente tentacin de cuantos ostentan el poder en la Iglesia.

Ronca es, pues, un tema central, apasionante e irresistible en la historia que presentamos. Es la historia de la grandeza, de la religiosidad y del pecado, de una ciudad gloriosa y de los habitantes que la componen. Conocindola, uno comprende cmo lo peor y lo mejor forman parte del ser humano y cmo ambos aspectos lo enriquecen y lo completan. Es la feliz culpa del telogo contemplada por el historiador.

Las vidas de los papas no constituyen la historia del cristianismo, aunque estn ubicadas dentro de la misma. La experiencia religiosa cristiana la seguimos encontrando en Jerusaln, donde la mayora de los cristianos son pobres y marginales, sin poder, porque viven en tierra extraa, aunque sea la suya. Mientras, en Roma, entremezclada con una historia bellsima de martirio, santidad y generosidad, descubrimos la limitacin de las mediaciones, las miserias del poder y de la ambicin, la poquedad de las inteligencias, la fuerza de la rutina y el formalismo, la repugnancia al cambio. A veces puede dar la impresin de que en Jerusaln qued la corona de espinas y en Roma la tiara.

Por esta razn esta historia de los papas es tambin una historia de la Roma cristiana, siempre aorante de la pagana. Aqullos sin sta no son comprensibles. sta sin aqullos sera mera memoria histrica.

Esa Roma cristiana ha influido de forma determinante en el nacimiento de la Europa que conocemos. Es la causa de una cierta homogeneizacin de la cultura europea, y se encuentra en el inicio de las misiones, es decir, de la presencia del cristianismo y del talante y la cultura europeas en los diversos continentes. Sobre todo, esta Roma contradictoria recibe permanentemente los flujos de cuanto de bueno se da en las distintas Iglesias implantadas en todos los pases del mundo. A su vez, y a pesar de todo, es capaz de animar, dirigir, encauzar y completar tantas aspiraciones, iniciativas y experiencias como se producen en la periferia, en los creyentes, es decir, en los hombres y mujeres animados por la buena nueva de Cristo.

El protestante Ranke escribi en el prlogo a su clsica Historia de los papas: Cun insignificante aparece un mortal de talla ante la historia universal! No hay duda acerca de la perspicacia de esta reflexin, pero creo que se puede afirmar igualmente que en la historia de las diversas dinastas que han reinado a lo largo de los siglos resulta dificil encontrar una que pueda compararse con la de los papas: por la personalidad de muchos de ellos y por el embrujo desconcertante y la provocacin que emanan de sus andanzas, sueos y percances. Tambin por la persistencia de sus ideales, no obstante sus infidelidades.