Desde que los filsofos especularon sobre la posibilidad de construir un cerebroscopio, aparato mtico que proyectara los pensamientos de una persona en una pantalla, los cientficos sociales han buscado herramientas que permitieran sacar a la luz los mecanismos de la naturaleza humana. A lo largo de mi carrera como psiclogo experimental, se pusieron de moda y se olvidaron unas cuantas, y las he probado todas: escalas de calificacin, tiempos de reaccin, dilatacin pupilar, neuroimagen funcional, incluso electrodos implantados en el cerebro de pacientes epilpticos que parecan muy bien dispuestos a participar de un experimento lingstico mientras esperaban a tener convulsiones.
Sin embargo, ninguno de esos mtodos proporciona una visin difana de la mente. Y adems debemos optar. Los pensamientos humanos son un problema complejo; a diferencia de Woody Allen tras leer Guerra y paz a toda velocidad, no podemos solo concluir: Iba sobre unos rusos. Pero es difcil analizar de manera cientfica el intrincado esplendor multidimensional de ese problema. Sin duda, cuando la gente se desahoga, aprehendemos la riqueza de sus monlogos interiores, pero el fluir de la conciencia no es un conjunto de datos ideal para someter a prueba una hiptesis. Al revs, si nos centramos en parmetros fciles de cuantificar, como las reacciones personales a las palabras, o la respuesta de la piel a las imgenes, podemos compilar estadsticas, pero trituramos la compleja textura de la cognicin para transformarla en un nmero nico. Si bien las sofisticadas tcnicas de neuroimagen pueden mostrarnos cmo se distribuye un pensamiento en un espacio tridimensional, no pueden decirnos en qu consiste ese pensamiento.
Como si no fuera problema suficiente tener que optar entre computabilidad y riqueza, los cientficos de la naturaleza humana deben vrselas con la ley de los pequeos nmeros, el nombre que dieron Amos Tversky y Daniel Kahneman a la falacia de pensar que los rasgos de una poblacin se ven reflejados en cualquier porcin de ella, por pequea que sea. Incluso los cientficos ms expertos en aritmtica tienen intuiciones penosamente desacertadas sobre la cantidad de sujetos que se necesitan en un estudio para poder eliminar irregularidades aleatorias y hacer generalizaciones vlidas sobre una poblacin determinada, no hablemos ya del Homo sapiens. La cosa es an ms discutible cuando las muestras se obtienen por conveniencia, como cuando ofrecemos algo de dinero a nuestros estudiantes de primer curso.
Este libro versa sobre un modo completamente nuevo de estudiar la mente. Los big data o macrodatos de las bsquedas de internet y otras huellas en lnea no constituyen un cerebroscopio, pero Seth Stephens-Davidowitz demuestra que ofrecen una visin sin precedentes de la psique humana. En la privacidad de sus teclados, la gente confiesa las cosas ms peregrinas, a veces (como en los sitios de citas o de asesoramiento profesional) porque tienen consecuencias en la vida real, y otras precisamente porque no tienen consecuencias: se puede exponer un deseo o un temor sin riesgo de que una persona de carne y hueso se muestre consternada o cosas peores. En cualquier caso, la gente no solo aprieta un botn o gira un interruptor, sino que consigna trillones de secuencias de caracteres que detallan sus pensamientos en toda su vastedad explosiva y combinatoria. Mejor an, deja estelas digitales en un formato que puede compilarse y analizarse fcilmente. Son personas de todas las profesiones. Pueden formar parte de experimentos no invasivos que varan los estmulos y tabulan las respuestas en tiempo real. Y proporcionan de buen grado esos datos en cantidades ingentes.
Todo el mundo miente es ms que la demostracin de un concepto. Una y otra vez, los descubrimientos de Stephens-Davidowitz subvirtieron las ideas preconcebidas que tena sobre mi pas y mi especie. De dnde sali el inesperado apoyo a Donald Trump? En 1976, cuando Ann Landers pregunt a sus lectores si se arrepentan de haber tenido hijos y descubri con sorpresa que una mayora lo haca, la engaaba una muestra poco representativa y sesgada de quienes haban contestado a la encuesta? Debe culparse a internet de la crisis de fines de la dcada de 2010 que, de manera redundante, se ha dado en llamar filtro burbuja? Cmo se desencadenan los delitos de odio? Busca la gente chistes para alegrarse? Tambin, aunque me gusta creer que nada me impacta, me impact sobremanera lo que revela internet sobre la sexualidad humana, incluido el descubrimiento de que todos los meses varias mujeres hacen una bsqueda con las palabras tirarse animales embalsamados. Ningn experimento basado en el tiempo de reaccin, la dilatacin pupilar o las neuroimgenes funcionales habra descubierto ese dato.
Todo el mundo disfrutar de Todo el mundo miente. Con una curiosidad incesante y un ingenio entraable, Stephens-Davidowitz allana un nuevo camino para las ciencias sociales en el siglo xxi. Con esta fascinante ventana siempre abierta a las obsesiones humanas, quin necesita un cerebroscopio?
Steven Pinker, 2017
Introduccin
El perfil de una revolucin
Claro que iba a perder, dijeron.
En las primarias republicanas de 2016, los analistas de los sondeos concluyeron que Donald Trump no tena ninguna posibilidad de ganar. Al fin y al cabo, haba denigrado a numerosas minoras. Los sondeos y sus intrpretes nos dijeron que pocos estadounidenses vean con buenos ojos esos desplantes.
Por entonces, la mayora de los analistas de sondeos pensaban que Trump perdera en unas elecciones generales. Sus modales y opiniones dijeron disgustaban a demasiados votantes.
Pero en realidad haba indicios de que Trump poda ganar las elecciones primarias y las generales; estaban en internet.
Soy experto en datos de internet. Todos los das rastreo las huellas digitales que se dejan al transitar por la red. A partir de los botones o teclas que apretamos, intento entender qu queremos en realidad, qu haremos en realidad y quines somos en realidad. Permtaseme explicar cmo me inici en esta atpica profesin.
La historia comienza y parece que fue hace siglos con las elecciones presidenciales de 2008 y con una cuestin muy discutida en las ciencias sociales: hasta qu punto son importantes los prejuicios raciales en los Estados Unidos?
Barack Obama fue el primer candidato afroamericano de un partido importante. Gan las elecciones con bastante facilidad. Y ya los sondeos sugeran que la cuestin racial no era un factor determinante en la manera de votar de los estadounidenses. La organizacin Gallup, por ejemplo, hizo varios sondeos antes y despus de que Obama fuese elegido por primera vez. Sus conclusiones? En general, a los votantes estadounidenses les daba igual que Obama fuese negro.[1] Poco despus de la eleccin, dos profesores muy conocidos de la Universidad de California, Berkeley, examinaron datos adicionales obtenidos en encuestas mediante tcnicas de extraccin de datos ms sofisticadas.[2] Llegaron a una conclusin similar.