David Isaacs - Familias contra corriente (Hacer Familia) (Spanish Edition)

Coleccin: Hacer Familia

Director de la coleccin: Jess Urteaga

Coordinador de la coleccin: Fernando Corominas

David Isaacs y Mara Luisa Abril Martorell, 1994

Ediciones Palabra, S.A., 2006

Paseo de la Castellana, 210 - 28046 MADRID (Espaa)

www.palabra.es

Diseo de portada: Francisco J. Prez Len

ISBN: 978-84-9840-764-8

EPUB: CrearLibros Digitales

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En la sociedad actual parece que estamos desprovistos en gran medida, y posiblemente por primera vez, de una serie de modelos, idea les, lderes o unos principios aceptados por todos. Por eso el mundo de antes, de hace cuarenta aos por ejemplo, nos parece un autntico paraso para educar a los hijos. Los padres de entonces raras veces vivieron en un medio distinto del que luego educaron a sus hijos. Un medio rural en el que todos se conocan y todo se saba, daba lugar a una unanimidad de criterio sobre el nfasis en el trabajo, tiempo para dedicarles ya que no haba televisin y el calor de una mesa camilla o una estufa facilitaba el encuentro y conversacin con los hijos (un medio donde lo ms elemental, comida y vestido, escaseaban, donde los juguetes prcticamente no existan, donde los juegos eran en la calle en que se viva).

Nuestro traslado a las ciudades, grandes o pequeas, nos ha dejado como solitarios defensores de un orden, de un estilo de vida que se contrapone a la del entorno de los que se dejan llevar por las corrientes diversas de pensamiento y comportamiento actuales. Nuestro desconcierto es abundante, casi permanente, no avalado por otras autoridades ni otros miembros de la familia o sociedad del entorno que ahora forma pequeos ncleos familiares sin influencia recproca.

Hablar ahora de exigir requiere un gran esfuerzo mental por nuestra parte para decidir emprender un camino en el que se va a estar bastante solo e indefenso ante los ataques desde distintos frentes. Nuestros hijos no se van a prestar fcilmente: es una tarea tan ardua, tan incomprendida, tan manipulada que muchos padres se han abandonado a la corriente (aparte de que siempre se ha educado inconscientemente del modelo recibido en nuestra infancia). Al encontrar este camino en desuso y atacado de palabra y de obra, los padres no saben encontrar las bases reales para exigir, las bases, el fondo, el punto de partida, que conectan el fin de la educacin con su aplicacin prctica posterior.

Porque, con el Estado de Bienestar, esas bases reales perdieron su conexin con el mundo de la exigencia. Quiz este tipo de Estado resultara en su momento absolutamente necesario, pero a su vez produce una situacin en que todo o mucho por lo menos nos es garantizado por el Estado a travs de los impuestos (salud, comida, educacin, vivienda) y en la que, por consiguiente, nuestro grado de responsabilidad est reducido al mnimo.

Como el mejor no recibe ms, ni el peor menos, gran parte de la exigencia personal pierde su sentido. Algunos se preguntan cmo es posible que se ran de los buenos alumnos en la clase?, cmo es posible que no se premien los esfuerzos? La situacin propiciada por el Estado de Bienestar supone una autntica subversin de los valores. Todos tenemos derecho a lo mismo porque todos somos iguales, se dice. Por eso mismo, tampoco comprenden nuestros hijos el porqu tengan que ayudar en casa o por qu esforzarse en tener mejores notas. Copian de los derechos de sus contemporneos y nos ponen contra la pared con la multitud de obligaciones que tenemos hacia ellos por el solo hecho de existir.

El Estado de Necesidad anterior al de Bienestar era el que justificaba con una evidencia deslumbradora que se tena que trabajar bien, que haca falta rendir cuentas, que haba que cuidar mucho los gastos, que haba que ahorrar por posibles descalabros de salud o de trabajo, o para dar una educacin a los que valan para estudiar.

Por eso hablar de exigir tiene tan poca validez en nuestro tiempo. Solo una gran crisis en el Estado de Bienestar volvera a dar importancia al esfuerzo personal.

Cmo razonar el trmino exigencia hoy en da sin una base objetiva, real para este esfuerzo? Este puente que se tiende entre una etapa histrica y otra, solo se puede basar en la profunda conviccin por parte de los padres de que no todos somos iguales en todo. Esta idea viene apoyada por la realidad ms evidente: unos son altos, otros medianos y otros bajitos; unos son simpticos y otros no; unos estudian porque es lo que les gusta y otros sienten un profundo desdn por ello. Hasta que las reglas de la sociedad no respondan objetivamente a las reglas de la desigualdad de la Naturaleza, no habr ms remedio que tender ese puente (la desigualdad, por cierto, no quiere decir inferioridad, sino diversidad de dones en cada uno de nosotros, inteligencias tericas o prcticas, aficiones innatas diversas, caracteres distintos, habilidades variadsimas, etc.).

Pasar por este puente significa ir contracorriente.

Y este libro quiere tambin ir contracorriente en aspectos que siempre han sido tenidos como valores no solo cristianos, sino de todas las edades y tiempos. Hay una pregunta inicial clave que habra que hacerse:

Qu quiero para mis hijos?

Hay muchos tipos de contestacin:

Simplemente que tengan un trabajo bien remunerado o, en cambio, un traba jo adecuado a su capacidad y a sus ilusiones;

que tengan mucho dinero, o que tengan lo bastante para educar a sus hijos y tener una casa;

que se casen con alguien de buena posicin o que sean felices en el matrimonio, alegres y con proyectos comunes y ele vados.

Pero hay algo que todos queremos para nuestros hijos:

Que sean felices.

Vamos a intentar profundizar un poco en el concepto de felicidad porque aunque sea una palabra que usamos con frecuencia es probable que cada uno la defina de manera distinta.

Aristteles centra la idea de felicidad en el ideal de sabidura y virtud. Habla de distintos bienes particulares que pueden en uno u otro grado constituir felicidad para gentes distintas. De estos bienes particulares diferentes, surgieron una serie de escuelas de filosofa que empatizaban por su subjetivismo las particularidades de nuestros distintos puntos de vista por lo que, a cada grupo de seres, les llena un tipo determinado de acciones.

As pues, el modelo de felicidad de tipo hedonista tan frecuente en nuestra sociedad fija su atencin en el placer de lo inmediato. Corresponde a un tipo de persona con poca paciencia y con un bajo grado de ambicin.

Tambin corresponde al realista que seguira el refrn de ms vale pjaro en mano... y que no se fa de un futuro por si no viene, y tambin del tipo realista para el cual solo cuenta lo que puede tocar y ver. Son del tipo de gente prctica que no se fa de promesas o no tiene capacidad de abstraccin. Solo lo real, lo perceptible, lo asible se ve como posibles estados de felicidad entre los que escoger (de hecho estos seran estados de goce, pasajeros y superficiales). Pero responden a una profunda forma de ser y por lo tanto no es un fallo humano irreversible sino en cuanto que no evolucionen en la madurez, hacia un tipo de felicidad ms profundo y ms es table.

Este factor de inestabilidad en el disfrute de un determinado goce se torna en nuestros das cada vez ms efmero, dando por ello lugar a seres cada vez ms insatisfechos y por tanto dependientes de un mayor consumo de bienes materiales. Pero cuanto menos tiempo o esfuerzo cueste conseguir estos bienes, menor ser la capacidad de estos bienes para llenarnos. Por tanto aunque llenos de placeres satisfechos, es tal la efimeridad de lo placentero que a su vez nos da una sensacin de insatisfaccin, de vaco, de que nada vale, de la infelicidad en suma.