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Josefa Amar y Borbón - Discurso en defensa del talento de las mujeres

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Discurso en defensa del talento de las mujeres: summary, description and annotation

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Discurso en defensa del talento de las mujeres (1786) es un brillante ensayo a favor de la emancipacin femenina escrito en la Espaa del siglo XIX.

El pilar fundamental sobre el que Josefa Amar y Borbn construye su discurso sin cuestionar la igualdad intelectual entre hombres y mujeres es la exigencia del acceso a la educacin, instruccin o ilustracin, para poner fin a la ignorancia absoluta a la que han sido relegadas la mujeres por parte del varn y que las coloca en una situacin similar a la del amo y el esclavo.

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Discurso en defensa del talento de las mujeres
Josefa Amar y Borbn


Publicado: 1786

Acerca Amar y Borbn :
Josefa Amar y Borbn naci en Zaragoza el 4 de febrero de 1749 y muri el 21 de febrero de 1833. Fuepedagoga y escritora espaola de la Ilustracin.

1 Quando Dios entreg el mundo a las disputas de los hombres, previ, que habra infinitos puntos, sobre los quales se altercara siempre, sin llegar a convenirse nunca. Uno de estos parece que haba de ser el entendimiento de las mugeres. Por una parte los hombres buscan su aprobacin, les rinden unos obsequios, que nunca se hacen entre s; no las permiten el mando en lo pblico, y se le conceden absoluto en secreto; las niegan la instruccin, y despus se quexan de que no la tienen: Digo las niegan, porque no hay un establecimiento pblico destinado para la instruccin de las mugeres, ni premio alguno que las aliente a esta empresa. Por otra parte las atribuyen casi todos los daos que suceden. Si los Hroes enflaquecen su valor, si la ignorancia reyna en el trato comn de las gentes, si las costumbres se han corrompido, si el luxo y la profusin arruinan las familias, de todos estos daos son causa las mugeres, segn se grita. Estas mismas tampoco estn de acuerdo sobre su verdadera utilidad. Apetecen el obsequio y el incienso; estn acostumbradas de largo tiempo a uno y a otro; pero no procuran hacerlo ms slido, merecindolo de veras, como sucedera, si a las gracias exteriores, y pasageras, que ahora cultivan, uniesen las intrnsecas y duraderas.

2 A la verdad, tanto los aplausos, y obsequios de los hombres, quanto los cargos que atribuyen a las mugeres, son una tcita confesin del entendimiento de stas; porque de otra suerte no buscaran su aprobacin, y agrado, ni las supondran de ocasionar ningn trastorno. La influencia buena o mala de un agente en otro, incluye necesariamente virtud, y potencia en el que hace esta variacin: una causa ms dbil, no puede mudar, ni atraer a s la ms fuerte. Con que si los vicios de las mugeres tienen tanto imperio sobre los hombres, convengamos en la igualdad fsica, sin negar por esto las excepciones que convienen a cada sexo.

3 Pero sin embargo de unas suposiciones tan justas, parece que todava se disputa, sobre el talento, y capacidad de las mugeres, como se hara sobre un fenmeno nuevamente descubierto en la naturaleza, o un problema, difcil de resolver. Mas qu fenmeno puede ser ste, si la muger es tan antigua como el hombre, y ambos cuentan tantos millares de aos de existencia sobre la tierra? Ni qu problema despus de tantas y tan singulares pruebas, como han dado las mismas mugeres de su idoneidad para todo? Cmo es posible que se oygan nuevas impugnaciones sobre esta verdad? Pues ello es cierto, que se oyen, y que son de tal naturaleza, que no debemos desentendernos de ellas, porque acreditan, que no est aun decidida la questin.

4 No contentos los hombres con haberse reservado, los empleos, las honras, las utilidades, en una palabra, todo lo que pueden animar su aplicacin y desvelo, han despojado a las mugeres hasta de la complacencia que resulta de tener un entendimiento ilustrado. Nacen, y se cran en la ignorancia absoluta: aqullos las desprecian por esta causa, ellas llegan a persuadirse que no son capaces de otra cosa y como si tubieran el talento en las manos, no cultivan otras habilidades que las que pueden desempear con estas. Tnto arrastra la opinin en todas materias! Si como sta da el principal valor en todas las mugeres a la hermosura, y el donaire, le diese a la discrecin, presto las veramos tan solcitas por adquirirla, como ahora lo estn por parecer hermosas, y amables. Rectifiquen los hombres primero su estimacin, es decir, aprecien las prendas, que lo merecen verdaderamente, y no duden que se reformarn los vicios de que se quexan. Entretanto no se haga causa a las mugeres, que slo cuidan de adornar el cuerpo, porque ven que ste es el idolillo, a que ellos dedican sus inciensos.

5 Pero cmo se ha de esperar una mutacin tan necesaria, si los mismos hombres tratan con tanta desigualdad a las mugeres? En una parte del mundo son esclavas, en la otra dependientes. Tratemos de las primeras. Qu progresos podrn hacer estando rodeadas de tiranos, en lugar de compaeros? En tal estado les conviene una total ignorancia, para hacer menos pesadas sus cadenas. Si pudieran desear alguna cosa, o hacer algn esfuerzo, debera ser para que se instruyesen, y civilizasen aquellos hombres, esperando que el uso de la razn rompera los grillos, que mantiene ahora la ignorancia. La ruina de sta, producira la de aquella esclavitud. Mas cmo compondremos el desprecio que hacen de las mugeres, stos, que las tienen como esclavas, con la solicitud que ponen en adquirir el mayor nmero que pueden mantener, y con el cuidado que les cuesta el agradarlas? Por qu las deshech Mahoma del paraso, que promete a los suyos? No es esto semejarlas a los brutos, que perecen, o se extinguen con la vida? Pero si tales delirios no merecen refutacin, porque sera honrarlos demasiado, menos podrn citarlos nuestros contrarios, para deducir de la esclavitud en que gimen ciertas mugeres, la inferioridad de su talento. Si valiera este argumento, tambin se pudiera convertir contra los mismos hombres, porque entre ellos, hay unos esclavos de los otros, y no diremos por eso, que los primeros son casi irracionales. Diremos, si, que la fuerza, destruye la igualdad, y borra la semejanza de unos a otros. De poco servir que la aptitud sea la misma en el esclavo, que en su Seor, si la opresin en que est, le impide usar de su derecho, y de su razn. Pnganse los dos en un perfecto nivel, y entonces se podr hacer juicio recto. La violencia no puede establecer leyes universales: as sujtense en hora buena las mugeres que han nacido, y se han criado en el pas de la tirana, y de la ignorancia; la necesidad las obliga a ello por ahora, pero no pretendan degradar al sexo en general.

6 Distinta vista ofrece la situacin de este, en otra gran parte del mundo. Las mugeres, lexos de tener el nombre de esclavas, son enteramente libres, y gozan de unos privilegios que se acercan al estremo de veneracin. As la Religin como las leyes, prohiben al hombre la multiplicidad de mugeres. Por este medio se fixa toda la posible conformidad entre ambos sexos; y esta contribuye a que se miren mutuamente con aprecio y estimacin. Aun han hecho mas los hombres en favor nuestro, porque casi se han quedado solo con el nombre de la autoridad que les dan los empleos, y las riquezas, tributando todos los hombres a las mugeres. Qu generosidad! Qu grandeza de nimo, podemos exclamar aqu pero al mismo tiempo, qu contradiccin! Aqu entra el estado de dependencia, que se ha indicado arriba. Los hombres instrudos y civiles, no se atreven a oprimir tan a las claras, a la otra mitad del gnero humano, porque no hallan insinuada semejante esclavitud en las leyes de la creacin. Pero como el mandar es gustoso, han sabido arrogarse cierta superioridad de talento, o yo dira de ilustracin, que por faltarle a las mugeres, parecen stas sus inferiores. Hay pocos, que en tocndose el punto de la aptitud, y disposicin intelectual, concedan a stas, la que se requiere para ilustracin del entendimiento. Saben ellas que no pueden aspirar a ningn empleo, ni recompensa pblica; que sus ideas no tienen ms extensin que las paredes de una casa, o de un Convento. Si esto no es bastante para sufocar el mayor talento del mundo, no s qu otras trabas puedan buscarse. Lo cierto es, que sera mejor ignorarlo todo, y carecer hasta del conocimiento, que sufrir el estado de esclavitud o dependencia. E1 segundo viene a ser casi ms sensible, por la contraposicin de obsequio, y desprecio; de elevacin, y de abatimiento; de amor y de indiferencia; cuyos afectos van unidos con la conducta que observan los hombres con las mugeres. Por ventura negarn estas mismas la alternativa de alhagos, y repulsas, de obsequios, y desdenes, que experimentan cada da? No son hoy Jueces, y maana reos? No se las trata en un tiempo como deydades, y en otro casi como irracionales? No reciben unas veces adoraciones, y omenages, siendo su gusto la ley, su aprobacin la que satisface los deseos de un Escritor, la que adorna los laureles de un Conquistador, y colma la gloria de un Hroe? Pero no se desvanezcan por esto las mugeres, porque los mismos hombres que las tratan de esta manera, gritaran despus en una Asamblea, que no tienen discernimiento, que no saben estimar las cosas buenas y slidas, y que se dejan arrastrar de una vana y frvola apariencia.

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