J. M. CABALLERO BONALD Manual de Infractores. Seix Barral, 2005/ 2007 (2 ed.) SUMMA VITAE De todo lo que am en das inconstantes ya slo van quedando rastros, maraas, conjeturas, pistas dudosas, vagas informaciones: por ejemplo, la lluvia en la lucerna de un cuarto triste de Pars, la sombra rosa de los flamboyanes engalanando a franjas la casa familiar de Camagey, aquellos taciturnos rastros de Babilonia junto a los barrizales suntuosos del Eufrates, un arcaico crepsculo en las Islas Galpagos, los prolijos fantasmas de un memorable lupanar de Cdiz, una maana sin errores ante la tumba de Ibn'Arabi en un suburbio de Damasco, el cuerpo de Manuela tendido entre los juncos de Doana, aquel caf de Bogot donde iba a menudo con amigos que han muerto, la gimiente tirantez del velamen en la bordada previa a aquel primer naufragio... Cosas asi de simples y soberbias. Pero de todo eso qu me importa evocar, preservar despus de tan volubles comparecencias del olvido? Nada sino una sombra cruzndose en la noche con mi sombra.
INTROSPECCIN Una luz vespertina de prostbulo, de resto de alcohol, de inconsolable cantina ferroviaria, irrumpe y persevera en esos intramuros fugaces de la desmemoria. Se oye el paso decrpito del tiempo entre las inconstantes ddivas de la felicidad, mientras fluyen los cuerpos juveniles y el olvido otra vez se delata y lame con su liviana lengua un penltimo rastro de deseo. Rostro ficticio de vacias cuencas, madre de los espejos, en qu me he equivocado? Emigra la verdad como las aves. BLANCO El color blanco ocupad cftrg de la vida, refrenda su vaco, su plenitud, participa de todo lo naciente, de todo lo extinguile, de su certeza, de su negacin. Pauta consecutiva, el blanco concierne al aire libre, al vuelo de las aves, al trazo inaugural de la imaginacin, al semen. Es el preludio de lo incomenzado, la cifra terminal de lo perpetuo.
Tiempo en blanco y aviso del vaco: mi palabra y mi alma. LA CLAVE VENTUROSA DE LA VIDA Recuerdo paso a paso aquel camino de tierra oscurecida por la lluvia, con charcos despiadados, alambradas hirsutas en las lindes y unos chopos sin hojas afligiendo al paisaje. Un lugar anodino, difuso, apenas predecible, y sin embargo dotado de una ntida hermosura, no por ningn expreso ornato natural sino porque precisamente all, hace ya tiempo, percib de improviso una presencia parecida a la plenitud, ese raudo bosquejo que irrumpe en la memoria y se incorpora ya para siempre a los indubitables rudimentos de la felicidad. Slo eso: unos ojos pendientes de los mos, y en ellos, descifrndose, la clave venturosa de la vida. ATAJO DEL TIEMPO Sedienta luz calcrea que repta entre Damasco y Namaniyya, la miel solar vertindose por las junturas del adobe y el brusco ardor del aire arrastrando rastrojos entre ruinas, mientras llegas no llegas a un chamizo de polvorientos anaqueles, restos de guarnicioneras y divanes de ajada piel de cabra, dulces andrajos de un linaje de prncipes, y oyes de pronto el torrencial acorde del arameo, nico aduar del mundo (te dijeron) donde gentes de venerables rostros y tnicas hendidas como llagas hablan an la lengua que habl Cristo, en tanto que la trama del aire predeca ese atajo del tiempo en que se aloja la palabra matriz de las palabras. SOMBRAS LE AVISARON Trmula sombra diurna, agreste sombra servil saliendo del fondo del desdn, entre tus piernas procelosas, debajo de los lvidos lienzos del otoo, amparndose dentro de otra sombra.
Sombra que identifico con el tacto como si fuera un ciego, sombra que intento desplazar hacia las periferias del pasado y vuelve y vuelve y vuelve como la enfermedad que padec cuando era joven y aun se anuncia con un sabor de sangre en la saliva. Sombra que acosa al tiempo y lo trastorna: equidistancia entre maana y nunca. cUIQUE SUUM Yo, que s lo que no sabe nadie, ignoro en qu consiste ese impo episodio de las hojas caducas y los recuerdos devastados. Yo, que dej que me vencieran con tal de no pecar de victorioso, no s dnde termina ese litigio entre la historia y sus culpables. Todo aquel que recuerda se equivoca? Ignorantes y sabios permutan sus errores? Slo podr alcanzar a conocerse quien descrea de todas las verdades? VENID A LA LUZ DEL ALBA Esa luz en que anidan las alondras, que irradia de la lluvia y del sudor de los cuchillos, que incumbe al alba y a sus macilentas predicciones) es la misma que ahora arriba desde el mar, transita entre los pjaros, profana la intimidad de los cristales? Sellan las sombras sus litigios y todo ronda al en la mansedumbre. Vida ma y mi descanso, venid a la luz del alba.
MIRADA DEL VIDRIO En el borroso alfizar persevera la botella vaca. Procede de la noche y ausculta desde el vidrio el paso de las horas, la lenta niebla rosa cercando las retamas, la luz que ya despunta por detrs de la cerca. Hasta cundo dur la noche ayer, por qu sitios anduve, a quin atae lesa botella impvida que mira lo que yo, que est asomndose al mismo mar que yo y parece acusarme de haber capitulado? Raudo se aferra el da al lvido dintel de la ventana, mientras dentro propaga sus agravios ese hurao testigo que culpa a la botella de haber sobrevivido a su consumacin. Triste ornato carnal, tiempo de los venenos, otra vez soy mi propio contendiente y he ledo todos los libros. EFIGIE Ella vendia frutos, abalorios, flores de trapo en un bazar de Esmirna, en el mercado de Sanlcar, en Basora, en Palermo, en Medelln. Era la misma esclava manumisa, eran los mismos desperdicios amontonados en los intramuros irreparables de la soledad.
La recuerdo entre brumas suspensivas, rodeada de perros y garrafas, un bulto aletargado entre otros bultos igualmente inanes, mientras caan como copos las pedregosas horas del invierno. Seguir estando all donde yo est. ENTRE DOS LUCES Vi el reverso del aire, un largo velo incoloro, un rastro de cenizas pendiente del vaco, un agujero sin sus bordes. Otra cosa no habla. Ha valido la pena llegar hasta estas vecindades inapelables de la incerdumbre slo para volver a constatar que la nada colinda con la nada? Detrs del aire, el aire. De esta parte qu queda? NECIOS CONTIGUOS Abstemios y locuaces viven juntos en la casa de la infelicidad.
All reciben con asiduo encono a gentes ambidextras, adiestradas en los arduos oficios de la majadera, ya en los siempre viscosos reductos de los bienpensantes. A chorros vociferan, declaman, abominan del rango de infractores, gustan del sonsonete atroz de las tertulias, consisten en ser slo lo que son: el eco triste de otros tristes ecos. Escrito est en los mrgenes de libros y botellas: los necios se asesoran de otros necios contiguos. SALVEDAD Todos aquellos que han sobrevivido a tres naufragios, tienen asegurada la inmortalidad. As se afirma al menos en los nunca escritos cdices de Argnida. (16.IV.2002) COARTADA La luz prensil de los espejos atrapa a quien se mira. (16.IV.2002) COARTADA La luz prensil de los espejos atrapa a quien se mira.
Al fondo pululan turbios flecos, marcas marchitas, falsos indicios de la realidad, la lenta lepra opaca del azogue. Todo es ya su reflejo. Quin se hizo pasar por quin? Cmplice de s mismo, el que se mira inculpa a quien lo observa. DE REPENTE, LA MSICA De repente, la msica. Fulgor inmemorial, emerge de lo absorto y se estaciona en estas anhelantes adyacencias del silencio. En derredor la luz ocupa los audibles tonos frtiles de un inmanente gozo sin segundo y el veredicto de la plenitud se filtra entre la furia voluptuosa del saxo.
El mundo cabe en esa sbita constancia musical de haber vivido. TRANSGRESIN Emerge de improviso ese recuerdo entre otros muchos igualmente vagos de la felicidad: un terso cuerpo esquivo temblando en las difciles penumbras de una casa vaca, y all mismo, por dentro de lo oscuro, en medio de aquella ceremonia codiciosa, estaba una vez ms manifestndose la belleza, su ms inconmovible prohibicin, el compartido centro de la vida ya confundido para siempre con los falsos decoros de la infidelidad. (... componiendo anticipadamente tu recuerdo. Carlos Barral, Figuracin del tiempo) JUSTICIA DE LA CONTEMPLACIN En la otra banda reverberan los apilados vrtices de Argnida, las dunas, sus renglones antiguos, la amalgama de abrojos! de los ventisqueros, y un tenue vaho ail mitiga cada tarde el esplendor de la ensenada, corrige el rango de los ornamentos deficitarios del paisaje. La memoria es ya un rastro sobre el mar, mientras lima la luna el custico salitre de los malecones y la humedad se aferra a los verdes rebordes del poniente.
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