Marcial Gala - Rocanrol

Naci en La Habana (Cuba) en 1965. Es narrador, poeta y arquitecto. Miembro de la Unin de Escritores y Artistas de Cuba, UNEAC. Premio Pinos Nuevos de cuento 1999. La Catedral de los Negros recibi las distinciones Premio Alejo Carpentier 2012 en el gnero novela y Premio de la Crtica a los mejores libros publicados en Cuba en el 2012. En la actualidad vive entre Buenos Aires y Cienfuegos.
Ha publicado los siguientes libros: Enemigo de los ngeles. cuentos (1995), El juego que no cesa, cuentos (1996), Dios y los locos, cuentos (1998), El hechizado, cuentos (2000), Moneda de a centavo poemas (2009), Es muy temprano cuentos (2010), Monasterio novela (2013), Escuchando a Miriam H, cuentos (2015), La Catedral de los Negros, novela (2015, Corregidor), Sentada en su verde limn novela (2017, Corregidor), Un extrao pjaro de ala azul, poemas, (2018) y Rocanrol, novela (2019, Corregidor). En 2018 obtuvo el Premio -Ciudad de Buenos Aires por su novela Intensos compromisos con la nada.

MARCIAL GALA

Rocanrol

• 1 , de Eduardo Lalo
  Prlogo: Elsa Noya
• 2 La piscina, de Edgardo Rodrguez Juli
  Prlogo: Carolina Sancholuz
• 3 La inutilidad, de Eduardo Lalo
  Prlogo: Gabriela Tineo
• 4 Un seguidor de Montaigne mira La Habana ,
  de Antonio Jos Ponte
  Prlogo: Teresa Basile
• 5 , de Eduardo Lalo
• 6 Emoticons, de Aurora Arias
  Prlogo: Gabriela Tineo
• 7 La Catedral de los Negros, de Marcial Gala
  Prlogo: Celina Manzoni
• 8 Sentada en su verde limn, de Marcial Gala
• 9 , de Eduardo Lalo
• 10 , de Eduardo Lalo
• 11 , de Eduardo Lalo
  Prlogo: Csar A. Salgado
• 12 , de Marcial Gala

Gala, Marcial
Rocanrol / Marcial Gala. 1 ed. - Ciudad Autnoma de Buenos Aires : Corregidor, 2019 .
Libro digital, EPUB - (Archipilago Caribe / Pampn, Mara Fernanda; 12)
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-950-05-3185-6
1. Narrativa Cubana . 2. Novela . 3. Revolucin . I. Ttulo.
CDD Cu863

ISBN edicin impresa: 978-950-0531-84-9

Diseo de tapa:
Ezequiel Cafaro

Todos los derechos reservados.

Ediciones Corregidor , 2019

Rodrguez Pea 452 (C1020ADJ) Bs. As.

corregidor.com
Hecho el depsito que marca la ley 11.723
ISBN 978-950-05-3185-6
Libro de edicin argentina.

Este libro no puede ser reproducido total ni parcialmente en ninguna forma ni por ningn medio o procedimiento, sea reprogrfico, fotocopia, microfilmacin, mimegrafo o cualquier otro sistema mecnico, fotoqumico, electrnico, informtico, magntico, electroptico, etc. Cualquier reproduccin sin el permiso previo por escrito de la editorial viola derechos reservados, es ilegal y constituye un delito.

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Desde que lleg a la Unidad su nico deseo era irse para el batalln blindado. Miraba extasiado los vistosos uniformes, las maneras desenvueltas, la camaradera que solan prodigarse entre ellos los tanquistas, tan diferente de las relaciones que se establecan entre los infantes, marcadas sobre todo por la burla y el menosprecio. Decidi trasladarse a cualquier precio. Lo logr. Despus de un ao de adular a todo miembro del batalln blindado, de esforzarse por ser gracioso, de al acabar la intensa preparacin de infantera, correr a interesarse por el funcionamiento del tanque de fabricacin sovitica T55M e incluso empuar una mandarria y junto con los mecnicos y la tripulacin de uno de esos vehculos, caerle a golpes a las esteras previamente desarmadas hasta quitarles el fango, el jefe del batalln blindado fue a verlo y le dijo:

Soldado Oscar Ruiz recoja sus pertenecas que desde ahora es oficialmente un cargador de tanques.

Se puso tan contento que incluso lloraba y les reparti cigarros a varios soldados de su antiguo pelotn de infantera, cosa muy rara en l, pues era harto tacao.

Diez noches despus, estando de maniobras, para escapar al hedor de axilas y pies, se baj del tanque y se acost a dormir en medio del descampado. Tuvo mala suerte. Lleg la maana y al ponerse en movimiento el batalln blindado, las esteras de aquel flamante T55M del que era tripulante lo partieron al medio. Nadie lo not. El resto de la tripulacin estaba algo ebria, pues la noche anterior haban estado consumiendo vodka con jugo de naranja, conseguido gracias a un guajiro deseoso de un par de botas rumanas, mejores que el duro calzado sovitico.

El batalln blindado avanz hasta la posicin sealada, veinte kilmetros ms all, y solo entonces, a la hora de realizar los disparos de entrenamiento, el artillero del tanque se percat de que Oscar Ruiz, alias el Torito, no estaba. Al principio pensaron que haba desertado, pero luego encontraron las dos mitades del cadver.

Cuando los fiscales de la contrainteligencia militar le preguntaron a la tripulacin, el conductor y el sargento jefe no fueron muy elocuentes, pero el artillero refiri que al Torito lo fascinaba el abismo. Claro, no dijo solo eso, encendi un cigarro y luego de varias caladas, insinu adems que el Torito tena problemas de retraso mental y deba haberse conformado con seguir siendo infantero, la hez del ejrcito.

Pasaron los das, pero antes repartieron uniformes nuevos para aquellos dispuesto a ir a rendirle honores al difunto y como era del Peasco, un lugar casi fin del mundo, no toda la compaa de tanquistas estuvo dispuesta a asistir al velorio, entonces fueron a la Unidad de infantera y all hubo varios voluntarios. Los montaron en un camin, uno de esos llamados Zil de guerra, y partieron.

La madre del Torito era una viejecita solitaria y de rostro duro. En el Peasco no haba funeraria, as que ella los esperaba, sentada en un taburete dentro del saln del crculo social, rodeada de otras mujeres, todas en taburetes. A la izquierda del atad de madera y tela gris, tambin los esperaba la nica prima del Torito, una muchacha de excepcional belleza, al menos eso les pareci despus de tantos meses sin ver mujeres jvenes. Algunos suspiraron y el capitn Vilato los mir severo. Luego fue depositar la bandera cubana sobre el fretro y empezar la primera ronda de guardias de honor, mientras los guajiros los miraban un poco desconcertados y a la prima bella se le aguaban los ojos. Daba un poquito de ganas de tener un papel ms importante en esa puesta en escena. Daban casi ganas de ser el mismo Torito que con la muerte haba ganado en apostura y como el atad era de los grandes, aquellos que no conocan sus escasos 165 cm de estatura, podan pensar que en vida fue alto. Tambin repartieron caf, un lquido amargo que a ninguno de ellos les pareci muy especial, pero sobre el cual las viejas y el capitn Vilato expresaron que estaba delicioso. Cuando regresaron a la Unidad los estaba esperando Alejandro Tejeras que entonces no era Peter Kiss, sino un adolescente flaco, sentado en la litera que haba pertenecido al Torito.