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Scott Nicholson - El anillo de la calavera: Un thriller de suspenso

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Scott Nicholson El anillo de la calavera: Un thriller de suspenso
  • Book:
    El anillo de la calavera: Un thriller de suspenso
  • Author:
  • Publisher:
    Haunted Computer Books
  • Genre:
  • Year:
    2015
  • Rating:
    5 / 5
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El anillo de la calavera: Un thriller de suspenso: summary, description and annotation

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El pasado de Julia Stone regresa para acosarla cuando descubre un extrao anillo de plata. Tres hombres desean ayudarla, pero una eleccin equivocada podra costarle no solo el corazn, sino tambin el alma.
La Dra. Pamela Forrest est decidida a traer a la superficie los recuerdos de Julia con la esperanza de curar sus ataques de pnico. La terapeuta hace que Julia regrese en reiteradas oportunidades a una noche veintitrs aos atrs, cuando ella tena cuatro. Una noche de figuras encapuchadas, cnticos extraos, dolor y sangre. La noche en la que su padre desapareci de la faz de la Tierra.
Pero la lnea entre el pasado y el presente comienza a desdibujarse cuando Julia encuentra el anillo de la calavera que lleva el nombre de Judas Stone. Alguien le deja mensajes sospechosos dentro de su hogar, aunque las puertas permanezcan cerradas. El carpintero, que tiene una llave, pasa demasiado tiempo en el bosque detrs de la casa. Su novio, Mitchell, cada vez se vuelve ms distante y violento. Y el polica que investig la desaparicin de su padre la ha seguido hasta la pequea ciudad de Elkwood.
Ahora, tiene la mente llena de recuerdos, pero no sabe qu es real y qu no. La sombra del pnico de Julia es cada vez ms grande y oscura. Pero sucumbir a la locura parece una salida ms segura que atender a los susurros que le reclaman el dominio del cuerpo y del alma.

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El anillo de la calavera: Un thriller de suspenso — read online for free the complete book (whole text) full work

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EL ANILLO DE LA CALAVERA
Scott Nicholson
Traductora: Sandra Luca Toledo
Copyright 2010 Scott Nicholson
Haunted Computer Books
CAPTULO UNO
Cerr la puerta.
No?
La mano temerosa de Julia tom el picaporte, elsonido de las clavijas resonaba en su mente. La estara esperando dentromientras contena su inmunda respiracin? El tiempo retrocedi y, por uninstante, volvi a ser una nia. Una pequea indefensa...
No.
Eso era Memphis, esto era Elkwood. Esta era laversin nueva y mejorada de Julia Stone, la que transitaba el camino de lasanacin. Los siniestros imaginarios ya no la acorralaban en los callejones desu mente. Gracias a la Dra. Forrest.
Mir por encima del hombro hacia el bosque, quedesde ayer pareca haberse acercado un poco ms hacia la casa. Las sombras delos montes Apalaches se alzaban como garras, busc algn movimiento extrao,alguna seal de que alguien la estuviera espiando. De que l laestuviera espiando.
Julia abri la puerta de par en par y escudri laoscuridad de la casa. Completamente sola. Nada que temer, solo el insulsoestilo de los muebles para recibirla. Un da ms de su nueva y normal vida.
Pero no lo pudo evitar. Meti la mano en lacartera y busc la fra lata de gas pimienta. Entr sin mirar atrs. Si estssana no hace falta mirar atrs. El futuro es lo que importa. Guardarropa,mecedora, sof, televisor. Otro paso adelante, not algo raro sobre la mesa decaf.
Al principio, pens que eran cajitas de comidaalineadas en la mesa, quizs de chocolate o de caviar. Un gesto tpico deMitchell para disculparse por algo. Pero... cmo haban llegado esos paquetesah?
Se acerc un poquito ms y empu el gas pimienta.Los cuadrados de la fila no eran cajas. Los palp en la penumbra. Dej que losdedos descubrieran la superficie. Bloques de madera para nios.
Casi sin aliento, levant el que estaba ms cerca.Cuando se inclin hacia la ventana, la luz ayud a develar el gancho cruel, losdientes afilados de la letra tallada.
J.
Apoy el bloque en la mesa y ech una miradacautelosa hacia el pasillo sombro. Solo ms y ms oscuridad.
Con los dedos temblorosos, tom otro bloque de lalnea. Apenas lo levant, se le cay, dio un golpe seco contra la mesa y roddebajo del sof como un dado gigante.
No fue necesario mirar la letra para saber culera, porque el siguiente bloque era igual y tambin lo era el prximo.
U.
Tir los bloques de la mesa y se arrodill en laalfombra. El corazn le golpeaba las costillas como un xilofonista posedo porel ritmo de una meloda rota. Cada exhalacin era un latigazo.
Ruidos a sus espaldas, mucho ms fuertes que loslatidos. Saba que no era nada. Tena que ser fuerte porque esto era Elkwood,Carolina del Norte y las cosas malas no llegaban hasta aqu. No mirara, porquela gente sana no se altera por cualquier ruidito imaginario.
Cro, crac, crac.
Solo ramas movidas por el viento golpeando contrala casa.
Crac.
Solo en su mente. No lo pudo evitar. Se diovuelta.
El siniestro emplazaba su metro noventa en lagalera.
El metal destell en el puo.
El pnico le distorsion la visin y la magnificcomo un lente gran angular. Julia intent gritar, pero no tena aliento. Se pusode pie y busc frenticamente el gas pimienta que dej caer. Saba que erademasiado tarde, siempre haba sido demasiado tarde, se haban apoderado deella a los cuatro aos.
La gran figura del siniestro bloqueaba la puerta.Portaba un cinturn de armas. Su mirada era diablica e incisiva y su bocarebozaba de ira.
Tena dedos muy, muy largos.
La cuchilla titil en la oscuridad.
El corazn se le derrumb en llamas.
Aunque escapara, se escondiera y tratara deolvidar, el pasado la haba encontrado. Estaba aqu ahora, imponente yabrasador. Nunca llegara al dormitorio a tiempo. Quera escapar, pero tenalas piernas clavadas al piso y adems el siniestro disfrutara esa huida.
Para qu seguir peleando?
La silueta del siniestro se impona delante delsol y del cielo azul enmarcando su cabeza en un halo de luz otoal.
Instintivamente, se protegi la cara con losantebrazos, cerr los ojos y se entreg al pacto del pasado. Pero antesllegara una bendicin, esas palabras que eran ms tajantes que cualquier filo.
Escuch su voz. No sonaba amenazante ni asesina,se senta conmocionada y suave. Por Dios, seorita.
Julia espi por entre los antebrazos. El extraofrunci el entrecejo con preocupacin. Ojos verde claro cual agua de estanqueen un da soleado. Verde claro, no rojos como los del siniestro. Cuando baj elbrazo, ella pudo comprobar que no empuaba un cuchillo, sino un destornillador.
El hombre retrocedi dos pasos, perdi elequilibrio y casi cae por el filo de la galera. Me mandaron a revisarlas ventanas.
Ventanas? con la garganta casi cerrada, soloconsigui pronunciar esa palabra.
Me mand el arrendador, porque viene el invierno yhar mucho fro. Hizo una pausa, entrecerr los ojos y sigui hablando conesas vocales alargadas propias del acento de los Apalaches del Sur. Aqu esel nmero 102 de la calle Buckeye Creek, no?
Hizo lo posible para asentir con la cabeza. Sepercat de que las armas en su cintura eran solo herramientas: un martillo, unacinta mtrica y destornilladores, todos metidos en un cinturn de cuero conbolsillos a los costados.
Estaba a punto de golpear cuando apareci por aha la vuelta. contest rpido, estaba tan avergonzado como ella. Golpe su manocontra el pecho. Fiu! Casi me estalla el corazn.
Quiso sonrer, pero tena los msculos del rostrocongelados. Despus de todo, este no era un siniestro.
O s? A veces eran astutos, disfrutaban ms deljuego en s que de la victoria final. Haca aos que jugaban a esto.
Sin embargo, hace dos das le haba pedido alarrendador que revisara los pasadores giratorios y los burletes de lasventanas. A menos que el siniestro hubiese intervenido la lnea de telfono ysupiera.
No, a la Dra. Forrest no le gustara quepiense as. Esta es mi versin nueva y mejorada, recuerdas?
Mir de reojo al carpintero y vio el viejo jeepverde estacionado lejos de la ruta. Como estaba ubicado entre los rboles, nolo haba divisado cuando vino manejando.
Un siniestro asilvestro en un jeep? Sonaba como algode Dr. Seuss para ser peligroso. Qu estupidez. Un niito con un juguetito, unaullido sombro, oscuro y fro, un desorden de metal en un charco mental. Aunas, una descarga de adrenalina electrific sus nervios a 100 amperios porsegundo y le caus un espasmo en los dedos.
Se aclar la garganta. Una prueba final. Loenvi George Wellman?
Webster respondi con una mirada extraa,inseguro de qu decirle a alguien que desconoca el nombre de su arrendador.El seor George Webster de la Inmobiliaria Silver Key. Hago muchos trabajospara l. Me llamo Walter.
Claro dijo tomando coraje para dar un pasoadelante. Los dos miraban el gas pimienta tirado en el suelo. Su intento desonrisa pareca una mueca vergonzosa, de a poco se le arrugaron y se le sonrojaronlas mejillas. Julia se agach, levant el gas y de una patada escondi uno delos bloques de madera.
Tiene hijos? le pregunt.
Sacudi la cabeza para evitar el contacto visual.Cmo le explicara que los bloques no eran de ella sin que piense que estabaloca? El problema era que ni ella saba si los bloques eran suyos o si estaba ono demente.
Escuche, puedo volver ms tarde le dijo. Lepido una copia de la llave al seor Webster y hago los arreglos mientras ustedest en el trabajo.
No, est bien. En serio. Se sac el pelo de losojos con las manos transpiradas por los nervios. Quiso disimular la incomodidadcon una mentira. Corr por toda la casa, porque o el telfono y pens quetambin haba alguien en la puerta y bueno... se dar cuenta de que soy undesastre.
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