• Complain

Sheila Kohler - Cuando éramos hermanas

Here you can read online Sheila Kohler - Cuando éramos hermanas full text of the book (entire story) in english for free. Download pdf and epub, get meaning, cover and reviews about this ebook. year: 2017, publisher: ALBA Editorial, genre: Detective and thriller. Description of the work, (preface) as well as reviews are available. Best literature library LitArk.com created for fans of good reading and offers a wide selection of genres:

Romance novel Science fiction Adventure Detective Science History Home and family Prose Art Politics Computer Non-fiction Religion Business Children Humor

Choose a favorite category and find really read worthwhile books. Enjoy immersion in the world of imagination, feel the emotions of the characters or learn something new for yourself, make an fascinating discovery.

Sheila Kohler Cuando éramos hermanas

Cuando éramos hermanas: summary, description and annotation

We offer to read an annotation, description, summary or preface (depends on what the author of the book "Cuando éramos hermanas" wrote himself). If you haven't found the necessary information about the book — write in the comments, we will try to find it.

Cuando ramos hermanas es la historia de Maxine y Sheila Kohler. Mientras crecen en la sociedad elegante y a la vez sofocante de la Sudfrica de los aos 50, ambas esperan tener unas vidas esplendorosas. Maxine va a cumplir 40 aos, cuando su marido, un cirujano brillante y respetado, conduce su coche, se sale de la carretera y la mata. La historia est contada en primera persona por su hermana. Un retrato poderoso y desgarrador de la unin entre dos hermanas, en la vida y despus de la muerte. Una historia verdica que se lee como una novela. Un peculiar y terrible caso de violencia machista.

Sheila Kohler: author's other books


Who wrote Cuando éramos hermanas? Find out the surname, the name of the author of the book and a list of all author's works by series.

Cuando éramos hermanas — read online for free the complete book (whole text) full work

Below is the text of the book, divided by pages. System saving the place of the last page read, allows you to conveniently read the book "Cuando éramos hermanas" online for free, without having to search again every time where you left off. Put a bookmark, and you can go to the page where you finished reading at any time.

Light

Font size:

Reset

Interval:

Bookmark:

Make

Sheila Kohler

Cuando ramos hermanas

Traduccin

Mariano Antoln Rato

ALBA

Para los hijos de mi hermana:

Vaughan, Lisa, Simone, Alexia, Claire y Winnie

El objeto asesinado, del cual estoy separada por medio del sacrificio, mientras me vincula con Dios, en el mismo acto de ser destruido tambin se erige como deseable, fascinante y sagrado.

Julia Kristeva : Poderes de la perversin

PRLOGO

Es quince aos antes de que Mandela se convierta en presidente, y Sudfrica, un pas del que me march a los diecisiete aos, todava est sometida al apartheid. Tengo treinta y ocho aos. Estamos en octubre, al que los afrikners llaman die mooiste maand, el mes ms hermoso, nuestra primavera.

Mi madre llama con la noticia. Mi cuado, un cardiocirujano y alumno predilecto de Christiaan Barnard, el primer mdico que trasplant con xito un corazn humano, haba estrellado su coche contra un poste de la luz cuando conduca por una carretera desierta y reseca. l, que llevaba puesto el cinturn de seguridad, haba sobrevivido, pero mi hermana no tuvo tanta suerte. El impact le rompi muecas y tobillos.

Muri instantneamente me asegur mi madre.

No entiendo cmo uno sabe algo as y piensa en aquel momento de terror en la oscuridad.

Tomo un avin hasta Johannesburgo y voy directamente al depsito de cadveres. No estoy segura de por qu considero que debo hacer eso. Quiz no pueda creer que mi nica hermana, sin haber llegado todava a los cuarenta aos, madre de seis hijos pequeos, haya muerto. Quiz crea que la visin de su cara y cuerpo tan conocidos me lo aclarar. O quiz solo quiera estar a su lado, estrecharla por ltima vez entre mis brazos.

Me quedo de pie esperando con las manos en el cristal, mirando la muy iluminada, vaca y desierta habitacin de suelo poco limpio hecho con piedra rojiza, que se hunde ligeramente por el centro para facilitar el desage desde la mesa de autopsias. Entonces meten su cuerpo rodando. No la puedo tocar, estrechar, consolar. Ni siquiera la puedo curar. Su cuerpo entero est envuelto con una sbana blanca, solo su cara de flor se alza un poco hacia m: la frente ancha, la pequea barbilla con un hoyuelo, los ojos oblicuos, la piel cerlea. Es mi cara, nuestra cara, la cara de nuestros antepasados comunes. Es la cara en forma de corazn que ella volva obediente hacia m cuando, de nias, jugbamos a las muecas.

Este momento es el comienzo de interminables aos de aoranzas y remordimientos. Tambin es el comienzo de mi vida escribiendo. Volver a las pginas una y otra vez para recuperar este momento, la vida de mi hermana, y su espritu.

Con su muerte tambin llega un aluvin de preguntas. Cmo pudimos haber fracasado a la hora de protegerla de l? Qu pasaba con nuestra familia? Se trataba de nuestra madre? De nuestro padre? O era cuestin de nuestro talante, del modo en que estbamos hechos, de nuestros genes, de lo que habamos heredado? O, ms terrible an, es que no hay respuesta para esa pregunta? Solo se trataba de casualidad, suerte, nuestra estrella, nuestro destino? No fue como si no lo viramos venir. Qu nos contuvo para entrar en accin, para contratar un guardaespaldas que la protegiera? Fue por la misoginia inherente a la sociedad colonial y racista de la Sudfrica de la poca? Fue la Iglesia anglicana en la que ella y yo rezbamos diariamente para que se nos perdonara el pecado ms atroz? Fue el modo como se consideraba a las mujeres en Sudfrica y en el mundo en general?

Todava estoy buscando las respuestas.

I

NIEVE

Est nevando , los copos grandes y hmedos caen callada, extraamente, sobre las oscuras higueras, cuando mi hermana menciona por primera vez cmo se llama el hombre que ser responsable de su muerte: Carl. Estamos en New Haven, Connecticut, dentro del nuevo y elevado edificio de apartamentos, las University Towers, donde ha nacido mi primera hija. Mi marido, un estudiante de Yale, tiene veintin aos. Mi hermana, Maxine, dos aos mayor que yo, tiene veintids. Ha venido para estar conmigo durante el parto.

Contemplamos a mi hija recin nacida que chupa de mi pecho, y la nieve cae lentamente de un cielo fantasmal con la misma extraeza. Mi hermana y yo no estamos acostumbradas a los recin nacidos ni a la nieve.

Crossways II JUNTAS Hemos nacido en Sud frica y nos criamos juntas en una - photo 1

Crossways

II

JUNTAS

Hemos nacido en Sud frica y nos criamos juntas en una casa en forma de L hecha por Herbert Baker, que se llamaba Crossways, en Dunkeld, a las afueras de Johannesburgo. Hay jacarandas claras que bordean la larga alameda que lleva a nuestra casa cubierta de plantas trepadoras. Los gruesos muros y las contraventanas cerradas mantienen frescas las habitaciones las tardes de mucho calor. El extenso terreno, con su piscina y su estanque con peces, una cancha de tenis, un campo de golf con nueve hoyos, una huerta y rboles frutales, y hectreas de praderas salvajes, se extiende hasta las colinas azules.

Un ejrcito de criados atiende la propiedad. Criados que pasan la mantequilla entre listones de madera con superficies dentadas hasta que hacen pequeas bolas que se colocan en cuencos de plata en forma de concha; sacan brillo a la plata, los muebles, los suelos; preparan en la cocina el roast beef y el pudin de Yorkshire, las dos clases de verduras y las patatas asadas; cuecen la carne de los chicos menos importantes (chicos es como llamamos a nuestros criados adultos) para hacer un guisado de olor delicioso; se mantienen muy tiesos con sus finos guantes blancos, sus playeros blandos y trajes almidonados, con una llamativa banda que les cruza el pecho, cuando se mueven detrs de las sillas Chippendale, para servir la cena; salen al patio trasero para atizar el fuego de carbn.

A veces se traen grupos de presidiarios para cavar y alisar las praderas con pesados rodillos, quitar las hierbas malas de los arriates de flores plantados con vistosas cannas, digitales y capuchinas. Mi hermana y yo nos quedamos quietas, cogidas de la mano, mirando a los hombres con sus camisas a rayas, sus pies descalzos, que cavan con la luz de la tarde a sus espaldas. Les omos cantar con una armona triste hasta que nos dicen que no miremos, que nos marchemos, marchaos, chicas.

Siempre estamos juntas en el cuarto verde plido de las nias donde dormimos con nuestra niera: la pizarra en una pared y en la otra las tres camas, cada una con su colcha verde, una mesilla de madera y un orinal redondo esmaltado. Estamos juntas en la habitacin soleada del desayuno, donde tomamos la espesa crema de avena, el carnero asado con salsa de alcaparras, los sndwiches de queso y el t con leche muy caliente, el pesado desayuno ingls que nos hace sudar; estamos juntas en el pasillo con las Cries of London alineadas en la pared la serie de lminas mostraba vendedores callejeros de la ciudad en el siglo xix ofreciendo sus productos, y en la despensa sombra con los botes rebosantes de harina de trigo y de maz y los enormes sacos de naranjas que perfuman el aire.

Estamos juntas al sol con nuestros mandilones idnticos, nuestras sandalias, nuestras cabezas rubias sin sombrero. Tenemos unos airedales terrier idnticos, Dale y Tony, dos grandes perros con el mismo pelaje suave y esponjoso marrn claro, a los que no se les deja entrar en casa, pero que se revuelcan con nosotras sobre el csped y duermen en sus casetas del jardn.

Mi hermana y yo exploramos juntas el amplio jardn. Nos dejan corretear al sol, descalzas a menudo, con libertad para soar. Conocemos las flores y los rboles con tanta intimidad como a los personajes de nuestro libro favorito.

Forman parte de nuestros juegos, de nuestra imaginacin. Son medio reales, medio inventados, parte de nuestras fantasas y nuestra realidad, nuestros objetos cambiantes.

Nos untamos la cara con moras aplastadas como si fueran pinturas de guerra y jugamos a indios y vaqueros. Trepamos por las jacarandas. Todas son buenas excepto la ltima de la izquierda, que es una malvada y por eso tenemos cuidado de evitarla. Instalamos una polea entre nuestros rboles respectivos y nos mandamos de uno al otro notitas escritas, aunque yo todava no s leer ni escribir demasiado bien, y podemos gritarnos una a otra con mucha ms facilidad.

Next page
Light

Font size:

Reset

Interval:

Bookmark:

Make

Similar books «Cuando éramos hermanas»

Look at similar books to Cuando éramos hermanas. We have selected literature similar in name and meaning in the hope of providing readers with more options to find new, interesting, not yet read works.


Reviews about «Cuando éramos hermanas»

Discussion, reviews of the book Cuando éramos hermanas and just readers' own opinions. Leave your comments, write what you think about the work, its meaning or the main characters. Specify what exactly you liked and what you didn't like, and why you think so.