David Solar
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Primera parte
EL DERRUMBAMIENTO
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................................................... 36
.................................................. 46
............................ 55
......................................... 67
..................................................... 74
............................ 91
................................................ 125
........................... 151
.......................... 173
Segunda parte
SU MAJESTAD, LA BOMBA
...................... 191
.................................................... 199
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.......................... 211
......................................... 225
............................................... 228
............................... 247
......................................... 249
Tercera parte
VAEVICTIS
........................................ 271
............................. 313
................................. 327
............................................ 373
................................................. 381
........................... 383
........................ 389
.................................... 401
.................................. 405
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Veinticinco aos no son nada, Soha,
pero a ti te han cundido.
El camino que eligi Hitler fue mucho ms conveniente para nosotros que el que yo tema. En cualquier momento, durante los ltimos meses de la guerra, podra haber volado a Inglaterra y haberse rendido, diciendo: Hagan conmigo lo que quieran, pero perdonen a mi pobre pueblo que no saba lo que haca. No tengo ninguna duda de que habra compartido el destino de los criminales de Nuremberg. Parecera que, segn los principios morales de la civilizacin moderna, los lderes de una nacin derrotada en una guerra deben ser condenados a muerte por los vencedores. Sin duda, esto les estimula a luchar hasta el final sin tener en cuenta el nmero de vidas que se sacrifiquen porque a ellos les da igual. Son las masas de personas cuya opinin no se tiene en cuenta al comenzar ni al acabar una guerra las que pagan el coste adicional. Los romanos seguan el principio contrario y sus conquistas se deben casi tanto a su clemencia como a sus proezas.
WINSTON CHURCHILL, La Segunda Guerra Mundial.
or qu Mussolini se decidi a abandonar Miln y lanzarse hacia los valles alpinos, dominados por los partisanos, sin ningn tipo de preparativos ni precauciones? Poda haber optado por la capitulacin, que hubiera culminado, probablemente, en un proceso de Estado, quiz, en una ejecucin judicial, pero, todo ello dentro de los usos de los pases occidentales... Y, sin embargo, se arroj al camino en el que tuvo un final propio de un forajido.
Hitler, cuando fracas su ltima carta militar en Las Ardenas, pudo elegir entre un juicio internacional y el suicidio en su grandioso despacho de la Cancillera. Por qu opt por combatir hasta el ltimo hombre y la ltima bala, orden destruir su propio pas y fue a morir en el cuartucho de un lbrego stano?
Por qu los militares alemanes, en gran parte competentes y ajenos al nazismo, decidieron luchar hasta el final, con un inmenso coste de vidas y destrucciones materiales en los cuatro ltimos meses de la guerra?
stas son las cuestiones a las que trata de responder la primera parte del presente libro. El Eje tena perdida la guerra desde diciembre de 1941, cuando laWerhmacht fracas ante Mosc, cuando Japn hizo su trabajo a medias en Pearl Harbor y cuando Hitler se proclam beligerante contra Estados Unidos. Una situacin que, sin embargo, tard todava algn tiempo en verse claramente, a causa del extraordinario vigor combativo mostrado por Alemania y Japn durante la primera mitad de 1942. Pero, a partir del fracaso alemn en Stalingrado, del desembarco aliado en el Norte de frica, de la victoria norteamericana en Midway y del desembarco de los marines en Guadalcanal, el fiel de la balanza de la marcha de la guerra se inclin ya sin titubeos y, definitivamente, a favor de los Aliados.
Con todo, podra comprenderse que, hasta el verano de 1943, Hitler y Mussolini abrigaran an ciertas esperanzas de darle la vuelta a la situacin. Fue entonces cuando se produjeron reveses determinantes que debieran de haberles conducido directamente a la mesa de negociaciones: la mala situacin en el frente ruso se hizo catastrfica tras la batalla del Kursk; a partir de aquel momento, la Wehrmacht retrocedera sin cesar dejando en su retirada miles de muertos, que ya no podran sustituir, y un reguero de chatarra blica, que cada vez repondra con mayor dificultad. El Eje perdi las batallas del Atlntico y de frica y Mussolini, el poder; la guerra lleg a Italia, que se dividi -una mitad con los Aliados, la otra con los alemanes- y la ordenada fisonoma de las ciudades del Reich fue evolucionando hacia el caos de las pirmides de escombros. En el Pacfico, si es que Hitler tena alguna esperanza de que aquel frente influyera en su guerra, desangrando a los norteamericanos, los japoneses se batan a la defensiva, con enorme decisin y coraje, pero en retirada, siempre en retirada, contando los choques por derrotas: Aleutianas, Salomn, Nueva Guinea, Bougainville,Tarawa, Gilbert...
Churchill reflej en sus Memorias que haba advertido claramente el cambio de tendencia en la guerra cuando los Aliados expulsaron al Eje de frica, en mayo de 1943:
En Londres, esto levant mucho la moral por vez primera en toda la guerra. El Parlamento recibi a los ministros con respeto y entusiasmo y dej constancia de su agradecimiento a los comandantes en los trminos ms cordiales. Ped que se echaran al vuelo las campanas de todas las iglesias...
Aunque, un poco ms adelante, se muestra cauteloso con respecto al final de la guerra: Pero entre la supervivencia y la victoria hay muchas etapas. Tenamos por delante ms de dos aos de luchas intensas y sangrientas. A partir de entonces, sin embargo, el peligro no era la destruccin, sino la paralizacin.